Marina Closs: “Tengo la fantasía de que escribir es el camino para todo”

“Me gusta el reconocimiento, lo disfruto, también a veces me pone un poco nerviosa. Me encanta el anonimato”, escribe en una de sus respuestas Marina Closs a Azimut a través del correo electrónico. Todo en el marco de una entrevista vía correo electrónico: ella vive en Santiago de Chile con su pareja y sus dos hijas. 

Cada tanto, vuelve a la Argentina, donde en los últimos tiempos se convirtió en una de las máximas referentes de las nuevas camadas de escritores y escritoras. Entre novelas y cuentos, publicó: El pequeño sudario, Tres truenos, El violín a vapor y otros relatos, Álvar Núñez: trabajos de sed y de hambre, Tascá Skromeda, Monchi Mesa, La despoblación, Pombero y el reciente Casa de agua. Por estos trabajos, no para de recibir elogios.

Una resumida biografía suya incluiría que estudió Cine para escribir guiones, pero que se recibió en Letras en la UBA. También ganó premios. Entre ellos, el del concurso de cuentos Fondo Nacional de las Artes por Tres Truenos. Y el Angélica Gorodischer por su novela Álvar Núñez: trabajos de sed y de hambre. 

-¿Qué sentís o pensás del reconocimiento que tenés en el ambiente literario en los últimos tiempos? ¿Es algo que buscaste?

-Estoy contenta, me parece que es un reconocimiento que viene de lo que hago y de nada más, yo trato de no dar nada más. Casi mezquino cualquier otra cosa de mí que no sea escritura. Porque tengo la fantasía de que escribir es el camino para todo. Suena inocente, pero creo que le da a lo que uno escribe una intensidad particular. Como de contar con esa sola última chance de comunicarse.

-¿Te interesa el tema del ego, tan habitual entre los escritores? ¿O preferís cierto anonimato?

-Me gusta el reconocimiento, lo disfruto, también a veces me pone un poco nerviosa. Me encanta el anonimato. Pienso que es infinitamente más incómodo y, por lo tanto, más fructífero para escribir. A mí me cuesta mucho hacerme respetar, por ejemplo, y eso me permitió aprender muchas cosas. Cómo son las personas frente a alguien a quien ni por asomo respetan, eso fue siempre muy interesante y, mientras lo padecí (a veces todavía lo padezco), siempre pienso “pero por favor, ¡qué interesante!”. El anonimato permite ver más de todo y de todos. Como persona que vive de lo que espía, no cambiaría el anonimato por nada.

EL LUGAR DEL NACIMIENTO

Qué te significa a tus 34 y con las vivencias que tuviste, Aristóbulo del Valle? 

-Vuelvo siempre, porque toda mi familia vive ahí. Yo asocio ese pueblo con vivir “en la realidad” ja ja. Para mí todo lo que hice desde entonces fue evadirme. Lo cual me hizo feliz y más fuerte.

-Alguna vez dijiste que querías que tu oficina fuese un lugar chiquito, que no te diese alternativas de distracción. ¿Seguís queriendo eso? ¿Dónde y cómo escribís habitualmente?

-Sigo queriendo, por ahora. La verdad es que escribo donde puedo, tengo un escritorio en mi habitación (con todos los problemas de tener un escritorio al lado de una cama) y una oficina mediana que comparto y siempre está muy desordenada, así que prefiero la habitación. 

-¿Cómo te organizás para escribir?

-Depende de dónde me toca, en general, siempre quiero que el escritorio esté vacío, ese es el último refugio del sueño de la habitación chiquita. Así que busco una mesa/escritorio vacío por la casa y ahí me instalo, ojalá, con poca luz. Y siempre un mate. La computadora también. Sin ella, nada.

-¿De qué manera empezaste a escribir? ¿Te acordás cuándo y qué tema?

-Ahora me acuerdo de una vez, muy chica, que una amiga vino a mi casa y yo le pasé unas hojas de impresora y le dije “hoy vamos a escribir libros”. Cada una el suyo. El mío era sobre una lagartija.

-¿Hubo algún texto que, al escribirlo, te hizo descubrir algo bien bien tuyo que no tenías en cuenta?

-Es que siempre pasa, yo creo que la razón por la que no puedo escribir sobre mí misma es que solo puedo escribir sobre mí misma si no me doy cuenta.

-¿Leés por placer o más por obligaciones, como informarte, prepararte para escribir?

-Siempre por placer, leo mucho, es casi lo único que me gusta hacer para pasar el rato. Me tomo todo muy en serio, porque hay demasiados libros buenos que todavía no leí. Y también leo como trabajo, para mi tesis o a veces para lo que estoy escribiendo, aunque igual privilegio que eso también sea placentero. 

LAS MARCAS

-¿Qué escritoras o escritores te marcaron y en qué momentos?

-Bueno, sería una lista larga… Hace un tiempo vengo mirando las películas de Lucía Seles, que me parece que escribe haciendo películas. Me hizo preguntarme mucho qué hago yo con respecto a eso. No sé qué va a salir de ahí. Todavía no entiendo si me va a influir o qué, pero me parece que todo es levemente distinto después de ella.

-¿Qué cosas actuales y por qué te marcan? Me refiero a nuevas tecnologías, a los movimientos culturales, a las cuestiones de género.

-A mí las cosas muy masivas o institucionalizadas me suelen marcar en negativo, en el sentido de que yo reacciono por una especie de resistencia. No me gusta ser parte de la mueca repetitiva en que todo se va transformando, a pesar de que esté de acuerdo en casi todos los puntos, no me gusta la mueca. Después viene todo lo contrario y se transforma otra vez en mueca. Y se pelean a muerte las muecas. Eso no me interesa para nada. A mí me parece que cada repetición de una idea significa algo distinto (hasta diametralmente contrario) en las vidas particulares. Entonces me quedo con las vidas particulares, me cuesta pensar en las ideas como si fueran algo bueno o malo, eso me parece que es lo que las va volviendo muecas. Una vez que entran a ser parte de una vida particular, me parece que quedan fuera de control, se transforman en gestos (a veces muy disimulados), algo que puede ser más o menos inesperado y me gusta prestarles atención en sus transformaciones específicas. De hecho, siempre pienso que escribo por amor y respeto a lo concreto.

-¿Qué te interesa encontrar en un libro cada vez que lo elegís?

Creo que siempre estoy a la pesca de llevarme una sorpresa. Me gusta no poder creer lo que estoy leyendo. Me gusta estar en desacuerdo, dejarme torcer. En general, sigo a autores que ya me demostraron que pueden hacerlo. Y voy agregando cosas nuevas en pequeñas dosis. Pero me gusta mucho leer todo lo posible de una misma persona. Eso me genera la sensación de ir entendiendo.

-Se sabe que los escritores no viven de la escritura en sí. ¿Cuáles son tus otras tareas o empleos para generar ingresos?

-Tuve una beca Conicet hasta hace un mes. Fue la principal razón por la que hice el doctorado, quería independizarme y no lo hubiera hecho sin beca. Ahora espero poder ser profesora, estoy justo en el impass de paso de una cosa a otra. Quiero trabajar, aunque sea a distancia, también en universidades de acá. Preferiría no tener que vivir de la literatura. Y me molestaría mucho perder mi contacto con Argentina.

-¿Cuál es tu relación actual con el cine?

-Bueno, antes había nombrado a Lucía Seles. Me interesaba el cine, quizá cada vez menos, hasta que ví sus películas. La verdad es que, ante el poco tiempo, siempre prefiero los libros. Pero tuve una época de mirar muchas películas. Me acuerdo de las de Carlos Sorín, pienso que algo de su realismo se me pegó. Y el de Lucrecia Martel, claro. Hasta me parece que mi idea de realismo viene más influida por el cine que por la literatura realista de los últimos tiempos.

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