“Leer y escribir es repotente” o “la práctica de karate me da fuerza mental y alegría física” son algunas de las respuestas que el escritor y poeta le dio a Azimut durante la entrevista que sigue.

“Lacan decía una cosa que estaba muy buena, que es una reescritura de Spinoza: que la gente no tiene miedo a lo terrible, lo terrible sucede; la gente le tiene miedo a lo que está bueno, porque lo bueno los incita a estar en un estado de incertidumbre. Entonces la gente tiene miedo a pasarla bien. Todo el tiempo hay una cosa así de que las personas luchan por ser esclavas más que por ser libres”. Lo recuerda el escritor y poeta Fabián Casas en diálogo con Azimut. Café y alguna factura de por medio, Casas parece tener ganas de hablar. Va de un tema a otro sin esfuerzo ni solemnidades.

Cuenta que no para de leer y que en algún momento del día, escribe. Dice que lee de todo. Hay un Casas post pandemia: se levanta temprano, hace gimnasia, toma mate y escribe guiones para películas, o cuentos y poemas. En 2024 condujo un streaming que se llamó Picnic extraterrestre: entrevistas con personas de diferentes ámbitos. Raro, pero interesante, verlo en un formato audiovisual. También da talleres literarios que se han consolidado como marca registrada. Producto de los talleres vía Zoom que dio durante la pandemia es su reciente libro, Taller asintomático. 16 clases de Fabián Casas (India Ediciones). Este año saldrá otro de cuentos: Una serie de relatos desafortunados, que se publicó tiempo atrás a través de Eloísa Cartonera y que ahora, editado por Planeta, se republica con dos relatos inéditos. Y en medio de todo eso, algo que no deja ni ahí: la práctica de karate desde hace 18 años. Cinturón negro, dice que entrenar es lo que lo mantiene “en el presente”.

-El karate me da fuerza mental y alegría física. Lo practico tres, cuatro veces por semana. En momentos muy malos lo hacía todos los días. Fue a partir del momento que pasé por lo de mis hijos con mi ex pareja (una separación conflictuada), que no los podía ver. Mi sensei, que sabía lo que había pasado, me decía que vaya, que vaya todos los días. Vení, vení, vení, vení, tenés que venir. Toda la comunidad del karate me ayudó un montón.

-También te ayudaron los talleres, ¿no?

-La paso muy bien con los talleres porque viene gente muy disímil, de diferentes edades, de diferentes visiones, de lo que sea. Es un intercambio con un montón de personas que te ayudan a pensar un montón de cosas. Muchas veces llego al taller con cosas que estoy pensando sobre escritura, sobre filosofía, sobre cualquier cosa, y la gente también trae sus cosas. Entonces las personas no solamente traen sus textos, porque no es un taller centrado en el hecho de escribir, porque hay gente que no escribe y va igual. El taller sirve para cualquier cosa. Las personas pueden traer lo que quieran, algunos no traen nada, otros vienen hace mucho, otros sólo vienen a veces a hablar o escuchar, no sé. Esto a mí me hace bien, porque son dos horas sin pensar en otra cosa, porque yo no preparo mucho las clases. Llevo ideas y capaz que surge otra cosa. Eso me encanta.

-¿Ese no pensar es sinónimo de tranquilidad?

-Nunca me siento tranquilo, en el sentido de que cuando empiezo a dar la clase o cuando sé que vuelven los talleres, yo estoy en estado de incertidumbre. El día que piense que puedo dar las clases de taquito no las doy más.

-Los talleres te permitieron un nuevo libro.

-En la pandemia, un grupo de alumnos propuso hacer por Zoom los talleres que hacía desde antes. Hicimos 17 clases cortas, porque hay un Zoom que es más barato o gratis, que se corta los 40 minutos. Entonces hicimos las clases en dos partes. La idea era publicarlas en forma colectiva, que participen todos y que no sea un libro sólo mío. Me gusta lo colectivo. India ediciones quiso publicarlo y así es como salió Taller asintomático. 16 clases de Fabián Casas, que se vendió por Instagram.

-Y ahora se viene otro libro.

-Creo que en junio va a salir por Planeta un libro de cuentos que ya salió hace un montón por Eloísa Cartonera, Una serie de relatos desafortunados, al que le agregué dos cuentos que encontré y que nunca publiqué. Mientras, estoy escribiendo guiones que hay que ver después si son películas, cuándo se producen y todo eso. Hace poco salió uno, El jóckey, de Luis Ortega. 

CINE, FANTASMAS Y AMPUTACIONES

-¿Cómo entraste al ámbito del cine?

-Por una película que se llama Jauja, de Lisandro Alonso. Ahí empecé a tener amigos que también hacían cine. Ese guión que escribí fue al Festival de Cannes y ahí conocí productores y empezaron a interesarse en que escribiera con ellos. También con los guiones trabajo de manera colectiva: escribimos entre varios, somos un equipo de guionistas. Fui trabajando con Luis Ortega y Rodolfo Palacios y así se abrió más el tema.

-¿Hoy sos tan guionista como escritor de cuentos o poemas?

-Hoy vivo de las películas y de los talleres. O sea, tengo una situación económica más precaria, como todo el mundo que no es millonario. No tengo posesiones, no tengo casa, tengo un auto. Si desaparezco, desaparezco con todo. Tampoco tengo una casa llena de libros.  Tengo una biblioteca con algunos libros, discos compactos. Trato de tener pocas cosas, para moverme mejor. Nunca sabés cuándo te vas a tener que mover, así, como mucha gente en este país. Y si tenés muchas cosas es más complicado.

-También sos conductor de un programa audiovisual, el streaming Picnic extraterrestre que hiciste en 2024.

-Así es, pero no sé si va a volver lo de Picnic, porque hay que poner plata para seguir sosteniendo todo eso. Así que lo hice todo el año pasado y nada más. Fue algo muy genial, con productoras con las que me llevaba muy bien. Al principio me daba miedo el tema de entrevistar ante cámara, pensaba me equivoqué, me equivoqué. A mí me gusta la radio. Me encantaría hacer un programa de radio en el que no te vean, como los de antes, porque ahora también en la radio hay cámaras para que te vean. Me encantó hacerlo, me encantó que sea algo relajado, con charlas en vez de entrevistas.

-¿Cómo te llevás con los cambios tecnológicos que abarcan también al periodismo gráfico, con el que te iniciaste?

-Hoy el formato de lectura de diarios es el de los teléfonos, la computadora, esas cosas. Se perdió el lector de diario: ese que leía en los bares. De la misma manera que los chicos o las chicas se lesionan con las nuevas plataformas, como nosotros también. Nos empezamos a lesionar con respecto a la posición que teníamos antes, porque ahora hay que manejar la computadora. Con el mouse, por ejemplo, aparecieron dolores físicos. Como si tuvieras miembros fantasmas, miembros que te amputaron. O sea, hay algo que te amputan.

LEER, LEER Y LEER

-¿Seguís disfrutando de tu tiempo de lectura?

-Disfruto mucho de leer. No hay ningún día en el que no lea. Leo diferentes libros todo el tiempo. Escribir, no escribo siempre. Sólo cuando me agarran las ganas. Pequeños poemas, pequeños ensayos. Antes tenía la columna obligatoria de EldiarioAr, una vez por semana. Pero me cansé. Me encanta escribir, lo que pasa es que no tengo regularidad. Me gusta mucho leer y escribir, que para mí es repotente.

-¿De dónde parte tu escritura?

-Me fui dando cuenta, a medida que escribía, que me interesaban determinadas cosas que me hacían salir de una norma en la que no me sentía cómodo. ¿Viste cómo son las normas? Te corrés un poquito y ves que hay mucha otra gente que hizo lo mismo. Pero no es solamente porque lo ves, sino porque intuís que alguien hizo antes eso que vos pensás que no hizo nadie. Es como un spoiler, entonces parás y decís sí, mirá, hace 20 años alguien también hizo eso. Por otro lado, siempre tuve una especie de disponibilidad de oído para escuchar lo que hablan las personas, escuchaba lo que decían los amigos de mi papá, las amigas de mi mamá, la gente que con algo muy chiquito armaba cosas muy grandes. 

-Muchas veces escribís sobre la tristeza. ¿Qué es la tristeza para vos?

-Me parece que cuando uno tiene tristeza, tiene que estar triste. ¿Viste que está mal vista la tristeza? Si tenés depresión, tenés que tratar de trabajar para metabolizar ese dolor en aventura. Hago eso. No me interesa eso del artista torturado. En eso, me parece que la vida social es esencial. Estar con los demás, hablar con los demás, tener amigas, amigos. Vincularse con gente de todas las edades. Me parece que es muy bueno. Me parece que te hace muy bien tener vida social. Por ejemplo, voy a asados con mis compañeros de karate que no saben a qué me dedico. Me encanta estar con gente que yo no sé qué hace o que la conocés ahí o en el dojo y te va contando su vida. Para mí es buenísimo. 

-¿Y amigos del ambiente literario? 

-Tuve amigos que conocí por la literatura, algunos que murieron, como Quique Fogwill, gente que me ayudó un montón. Ricardo Piglia, Juán Gelman. Siempre tuve amigos de diferentes edades. Tengo amigos de todo tipo, de todas las edades y a los que veo, amigos que no veo porque por ahí estás haciendo un montón de cosas y te dejás de ver, pero están. 

-¿Qué lugar ocupa el laburo en tu tiempo?

-Ocupa un poco de cada día, sí, pero ahora tengo más flexibilidad en comparación a cuando trabajaba dentro de un medio de comunicación, con un horario determinado. Ahora, como que muevo mis tiempos, porque puedo estar trabajando yo solo en un guión y después voy y me reúno con los guionistas. Y lo mismo con los talleres.

-Solés referir a tu práctica del karate.

-Básicamente mi pelea es por el ánimo, no por el cuerpo. El cuerpo sí, que esté bien. Me levanto y hago gimnasia. Después desayuno. Sobre todo empecé a entrenar más en mi casa durante la pandemia: me acordé de ejercicios de estiramiento que había aprendido en el karate y empecé a hacerlos de vuelta. Ahora hago ejercicios en mi casa o en el lugar en el que esté. Está bueno tener como una mínima regularidad, ¿viste? Que no implica hacer cien mil cosas. Con una cosa sola que hagas muy poquito todos los días te cambia todo. Las formas de parar, de moverte, de estado de ánimo. Es un trabajo que está bueno. La pandemia me produjo eso, tenías que estar todo el día en tu casa y si no hacías algo te volvías loco. Y el karate me hace estar en presente. Es muy potente eso: tener que pensar sólo en lo que estás haciendo, porque sino te podés ligar una trompada, por ejemplo: mantener la mirada en la del contrincante, porque eso te permite saber qué golpe va a sacar. El karate te ayuda a mantenerte en el momento. 

EL MEJOR COMIENZO LITERARIO

-Aprovecho que te gusta el fútbol: ¿qué opinás de la euforia producida alrededor del título del Mundial en Qatar?

-Me gusta esta Selección, lo bien que juega, pero la verdad es que no comparto todo lo que produce en general, no me atrae. Pertenezco a la generación del Mundial 78. Yo soy de la quinta que vio el Mundial 78, me tocó crecer viendo a mi alrededor paranoia y dolor: crecí en el año 78, o sea, como dice (Andrés) Calamaro, crecimiento, alienación y dolor. Y no podés creer en los mundiales después de eso. O sea, si no viviste eso.

-Alguna vez dijiste que el mejor comienzo literario es el de la final de Alemania-Holanda, en el 74.

-Para mí ese es el comienzo literario perfecto. Está en Youtube. Me lo mostró un periodista cuando fui a un programa que se llamaba Pura Química. Yo lo recordaba porque fue el primer Mundial que ví. Tenía 5 años y me acuerdo de que mi padrino y mi papá estaban maravillados por cómo jugaba Holanda del 74, ¿viste? Yo no tenía mucha cultura del fútbol porque era chiquito todavía, pero ellos me explicaban que los jugadores no tenían una posición fija y me lo mostraban viendo los partidos. Me impactó ese comienzo en el que la tocan solamente los holandeses hasta que es penal y Holanda hace el gol. El primer alemán que la toca es el que va a buscar la pelota al arco. ¿Viste cuando te preguntan cuál es el mejor comienzo de la poesía? Hay muchos comienzos en los libros, pero ese comienzo me parece repotente porque ocurrió apenas empezada la final de un Mundial y ya había un gol y parecía que iba a ser baile. Nunca volví a ver el partido completo, que fue un partido intenso.

-¿Qué te parece este país presidido por Milei?

-Pienso todo el tiempo qué es lo que tiene Milei y qué parte de mí llegó con él al poder. Qué parte mía tiene una especie de responsabilidad en que Milei esté. Por ejemplo, ahora están los incendios en Bariloche y nadie habla de eso. También hay un montón de gente muriendo acá, en el conurbano, y me parece que lo que hay que pensar es que el Estado es el que debe cuestionar al mercado. Y el Estado es justamente lo que se viene a combatir ahora. Me imagino un Estado que precisamente se encargue de defender los derechos de lo que no tiene valor de capital. Por eso la derecha habla del mercado por encima del Estado. Ya sabemos que Milei es una casta. Yo admiro mucho a Miriam Bregman, me parece muy leal, muy potente. Para mí el mejor sistema acá es el democrático. Yo crecí en una dictadura, o sea que no me interesa ninguna otra cosa que la democracia. La democracia implica reconocer al adversario y dar la pelea en la calle, en las discusiones, libremente, presionar y tomar acciones que sirvan para decir lo que vos pensás.

Los que leyeron este relato, opinaron...

Siempre con Casitas

Fabián es mi amigo, no importa si lo sabe

Quiero participar de uno de esos encuentros con él en donde se descubren los rincones humanos

Disfruté sus libros y cada uno de los picnic

María Teresa Deschutter

Opnición

Me pareció siempre que Fabián (queriéndolo o nó) nos daba la impresión de ser un poco un outsider, o por lo menos un out… así como yo lo imagino, ya que nunca googlée la palabra (ni lo haría). Pero ahora que me descubre su fuero íntimo (!) … porque le preguntaron de todo… creo que se necesitarían muchos más como él. O sea, ahora, que termino de leer esto, me siento 80 ó 90 cmts. más cerca de la esperanza. Confieso que casi no lo he leído (leí siempre a los de la academia) así que me pondré a buscar… Ah, aclaro que me sacudió El jockey, y me sorprendió, porque pensé que la familia Ortega ( porque también tiene mucho de la bio de Palito) sería más conservadora. Buscaré un taller x zoom a ver si conectamos, gracias a todos.

Ricardo Enrique Chambers

Tristeza

Me parece que cuando uno tiene tristeza, tiene que estar triste.

María Ester Fernández