¿El apocalipsis de contar? Qué narrar cuando ya todo fue escrito

Si las historias ya fueron contadas miles de veces, si cada pensamiento ya fue escrito y cada sentimiento explorado en cada plataforma nueva y conocida ¿es posible que hayamos llegado al final del camino?
Pienso en las cuevas sin restos de metales preciosos, en los yacimientos vacíos, en los suelos agrietados y en los cauces de agua resecos y me pregunto si tal vez no nos dimos cuenta que los recursos narrativos también eran agotables.

Las historias existen desde que empezamos a reunirnos alrededor del fuego, y la sucesión de los días y las noches tenían que llenarse de algún sentido para ahuyentar el miedo de que nos coma un león y enfrentar la consciencia de no saber qué había después de ser devorados.

Los mitos fundacionales, las epopeyas y las leyendas se repiten desde siempre con los mismos temas universales. El héroe que se enfrenta a la adversidad, el amor imposible, la búsqueda de la verdad y el conocimiento, la reafirmación de la identidad y el pasaje hacia la adultez son, entre otros, arquetipos de historias que siguen girando la rueda de la narrativa porque resuenan con nuestra experiencia humana.

Entonces, si la repetición de temas no es nueva, ¿por qué ahora parecen no funcionar más?

Pienso en esas primeras historias dentro de la caverna: tal vez hoy no nos resultarían demasiado interesantes. Fue con el tiempo y el refinamiento de los recursos que se convirtieron en algo interesante y entretenido. ¿Qué pasó entonces? ¿De tanto ir a la fuente terminamos rompiendo el cántaro?

El Desgaste Universal 

Nuestra exposición a historias es mayor a las que cualquier generación anterior podría haber imaginado. La sensación de que todo ya fue dicho es, en parte, el resultado del bombardeo constante en todo tipo de formatos.

¿Cuántas veces por fin de semana repasamos la lista de alguna plataforma y no sabemos qué película o serie mirar?

A veces volvemos atrás en el tiempo y repetimos algo que nos gustó mucho solo para descubrir que algunas historias ya no nos reflejan. Otras, las producciones reinventan lo que funcionó en el pasado y le dar una pátina de actualidad con actores nuevos o maneras no cancelables de decir.

Yo también me pregunto cuando estoy a solas frente a mi computadora qué historia contar. “Algo que impacte” me pidieron hace poco y me quedé tiesa frente al teclado, con las manos inmóviles como si me hubiera quebrado los diez dedos.

¿Qué podría impactarnos a esta altura?

Aún no me lo respondí; estoy en esa búsqueda. ¿Qué nos conmueve? ¿Qué experiencia necesitamos procesar? ¿De qué manera?

Y vuelvo sobre la misma idea: si ya todo fue narrado y tan bien hecho, ¿qué más queda por decir? 

Mientras pico la piedra en el teclado, pienso otra vez en el cambio climático y en el futuro incierto. Pero me atajo antes de caer en el lamento por haber sido tan poco cuidadosos con nuestros recursos no renovables: también se fabrica energía con la potencia de las olas del mar, existe nuevas aleaciones que reaprovechan los recursos existentes y varios inventos que utilizan lo que hasta hace poco era un desecho desagradable.

Entonces tal vez no se trate de buscar desesperadamente otro yacimiento inexplorado, sino en abrazar una nueva perspectiva sobre los mismos hechos. Como un caleidoscopio que cada vez que gira adopta una forma distinta, cada versión añade una capa de significado a una misma historia; reacomoda la misma  realidad y la transforma en algo nuevo aunque el caleidoscopio gire desde siempre.

¿Todo concluye al fin y nada puede escapar?

El final de época es palpable y muchos recursos no renovables ya se agotaron. No sé si estamos en peligro de extinción, pero sí probablemente estemos en una encrucijada. Esto nos abre a la pregunta (y la angustia) acerca del presente. Y la respuesta más inmediata es suponer que los cuatro jinetes del Apocalipsis cabalgan cada vez más cerca. 

Y nos preguntamos cómo sigue la historia.

Y las historias. 

Es cierto: le dimos varias vueltas al caleidoscopio; ya vimos, leímos y vivimos todo más de una vez.  

Pero todavía desconocemos qué hay realmente en el fondo del mar y la búsqueda de energías sostenibles estables y duraderas apenas está comenzando. 

Puede que estemos en decadencia. A mí me gusta más pensar que estamos en otra instancia de evolución. Y el problema no estaría en la falta de historias, sino en cómo abordarlas. 

Tal vez haber usado tantas veces los mismos recursos nos dé la ventaja de la experiencia acumulada., la templanza de animarnos a cavar más profundo. O de reutilizar los desechos. No para usar lo ya gastado, sino para crear nuevos sistemas narrativos y seguir girando las piezas que nos devuelven el sentido de la realidad.

Puede que la frescura del descubrimiento no sea lo que tengamos por delante y que todo ya haya sido dicho. 

Pero no todo está dicho.

Los que leyeron este relato, opinaron...

Excelente reflexión

… sobre un tema acerca del cual también todo parecía estar dicho. Raspar el fondo de la olla hasta encontrar el sentido, esa perla..

Luis Saez

Lo sensible.

Coincido con la autora. Creo que no debemos perder la capacidad de sorprendernos aún con lo que parece cotidiano .Siempre apelar a nuestra sensibilidad más profunda al momento de escribir, con una nueva mirada.

Susana Vultaggio

Reciclaje

Articulo muy interesante que estimula a repensar el material literario y el modo de abordarlo. Y reciclarlo para intentar algo nuevo.

Marta Prigoshin

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