Por Felicitas Ilarregui
Modelo, actriz, pintora de paredes, diseñadora de ropa y jardines… Nieta de un noble. No conoció al “abuelo aristocrático” y jamás le importó. Estudió arquitectura y trabajó en el Correo Central. Colaboró con el padre Mugica en la Villa 31. Ayudó a arreglar casas y llevó a los enfermos al hospital haciéndose cargo de los tratamientos que necesitaran. En 1972, año de gran ebullición sociopolítica, se animó a decir en un programa televisivo que era peronista, lo que le valió perder oportunidades laborales. Fue una de las que acompañó a Perón en el chárter de regreso a la Argentina el 17 de noviembre de ese mismo año.
La periodista Virginia Mejía es sobrina política de Chunchuna. Pergeñó la idea de este proyecto en la casa de María Moreno entre 2018 y 2019. Un año de conversación es un gran desafío para mostrar una vida tan variopinta, más aún para alguien cercano. El objetivo se logró con creces. Chunchuna: confesiones de un ícono pop es una oportunidad para que las generaciones más jóvenes conozcan a una de las mujeres más famosas de los años 60 y 70. Y no solo eso. Conocerán el vector que marcó y marca su vida en las buenas y en las malas: la pasión. Este es uno de los pasajes con el que nos sumergimos en su casa y en su intimidad:
“Tiene puesta una robe azul. Resalta sus ojos celestes, sin una gota de maquillaje. […]El pelo es canoso, abundante como siempre. Parece una diva de Hollywood. Es Marilyn paseándose en salida de baño con una copa de champagne por la habitación de un lujoso hotel en Nueva York. En realidad, es Chunchuna, en pose, moviéndose descalza y con paso felino a través de su casa, blanca, luminosa, con muebles y lámparas de la década del 70, rodeada de obras de arte y de objetos instalados según una estética deliberada”.
A Elba Villafañe nunca le gustó su nombre. Por eso tomó el apodo de su madre, Chonchona, (que en uno de los dialectos italianos significa ‘muñeca’) y lo transformó en Chunchuna.
Fue modelo publicitaria en más de doscientos avisos en gráfica y decenas en televisión. Su cara, su voz y su histrionismo catapultaron productos como gaseosas, televisores, bancos, bronceadores, colchones y bebidas alcohólicas.
Se exilió en 1977. Vivió en España y luego en Francia. Trabajó en todo lo que pudo. Diseñó un abrigo con retazos de tela. Se inspiró en un atuendo del hombre de Neanderthal expuesto en el Museo del Hombre. Un socio de Yves Saint Laurent quiso comprárselo.
Fue actriz de reparto en La historia oficial, que narra la vida de dos familias durante el terrorismo de Estado (1976-1983). Y no se dan una idea de todo lo que les falta descubrir en doce capítulos y 137 páginas… El libro incluye un código QR para ver el cortometraje Enseguida vuelvo.
Esta obra trajo a mi mente un recuerdo de hace veinte años. Resulta ser que fui hija de Chunchuna por treinta minutos. Es decir, coincidimos en un casting para una marca de shampoo y nos tocó hacer de madre e hija. Todas las postulantes, sin excepción, tenían un pelo increíble, pero había pocas rubias. Fui testigo de su belleza magnética y su profesionalismo. Presté atención a sus gestos desenvueltos, a su voz ronca. Yo no quedé seleccionada. Pero la experiencia no me la quita nadie.