Mariano Quirós: “Trato de no releer mis libros”

El escritor chaqueño acaba de publicar Purirú, una novela que lo ratifica como uno de los mejores narradores actuales. La que sigue es una larga charla desde su descanso correntino.

La ciudad correntina de Ituzaingó es como un paraíso en el norte argentino. Tiene playas, un parque nacional (Iberá) bien considerado a nivel turístico. Tiene flora, fauna. Ituzaingó está muy cerca de la misionera Posadas. Tiene poco más de 21 mil habitantes. Entre ellos, uno que está de visita: el escritor chaqueño Mariano Quirós. Cada verano -le contará a Azimut vía Skype- alterna entre Resistencia, Chaco (donde nació en 1979 y donde aún viven sus padres), e Ituzaingó (está la familia de su pareja). Pero el resto del año vive en el barrio de Parque Chas, a donde llegó por casualidad cuando se instaló en la ciudad de Buenos Aires. 

Quirós acaba de publicar Purirú (Alfaguara), que se suma a su larga lista de libros que van desde la novela al cuento. Entre otros, La luz mala dentro de mí, Una casa junto al tragadero, Campo del cielo, No llores hombre duro o Río Negro. En Purirú, y como tantas otras veces en sus textos, el escenario es un pueblo cansado, cruzado por un río y habitado por gente también algo cansina. No escatima humor. “Envidio profundamente a Mariano Quirós. Envidio su prosa (precisa sin dejar de ser poética), sus tramas secretas, sus climas, la ternura de sus personajes. Lo sigo desde sus primeros libros, y no hace más que mejorar, otro motivo de envidia. Esta novela es una muestra excelente de su talento, la que yo quisiera escribir y me resigno, feliz, a leer”, lo elogia su colega Luciano Lamberti. O lean lo que refirió Selva Almada: “En Purirú la región Quirós se extiende como una mancha voraz. Otro río lleno de desperdicios y podredumbre, sin embargo, encantado en lo profundo. Personajes que viven, matan y se mueren con una desidia trágica y cómica a la vez. Y su narrativa contagiosa que da ganas de leer sin parar, subidos a esa música escamada que en este libro destella desde el título”.

-Es espectacular Ituzaingó, es bonito. El río se aprovecha más, también es más generoso. Y el paisaje también. Las plazas de Ituzaingó son más amables, son las más lindas. Pero ya con el río tenés para distraerte.

Elogia Quirós en esta charla que se desarrolla a la hora de la siesta. Su tono es campechano, tranquilo. “Mi familia y la de mi señora son muy amplias, bien estalladas a su vez, y bien disfuncionales, como corresponde. Así que andamos aprovechando esa intensidad, tanto en Resistencia como después cuando venimos para Ituzaingó, a 250 kilómetros de distancia entre una y otra. En enero nos escapamos unas dos semanas a Brasil. A los que estamos en el nordeste, Brasil nos queda más a mano que la costa atlántica argentina”.

-¿Y cómo te sentís cuando llegás a Buenos Aires, donde todo es tan distinto?

-Para mí Buenos Aires era como una gran sola cosa, y una vez ahí conocí, descubrí, los matices de la ciudad, confirmé algunos prejuicios respecto a los porteños, otros los desestimé, y me encanta. Me encanta Buenos Aires y me encantan los porteños también. Hay como una idea construida alrededor del sentimiento: los mismos porteños que se construyen y enfatizan la idea del desdén provinciano; de la misma manera que los provincianos generan sus propias malas ideas respecto de los porteños. Algunas se confirman, otras no, depende también de cómo te las tomes.

-¿Y vos cómo te lo tomaste?

-Yo me lo tomé con humor. Vivo en un barrio muy tranquilo. Yo vivía, antes de irme a Buenos Aires, en el centro de Resistencia. El centro de Resistencia sí es escandaloso, y hasta abrumador. Llegué a Buenos Aires pensando que iba a haber una continuidad de eso y me encontré con un barrio que en algún punto era hasta un marasmo, armónico. Pero así como me gusta Buenos Aires, me sigue encantando Resistencia. En los últimos años me terminó de encantar Ituzaingó. Cada ciudad, cada lugar con sus propias miserias y sus propias ilusiones.

BUENOS AIRES

-¿En qué forma te incide Buenos Aires para escribir y para leer?

-Es un lugar ideal para el que quiere escribir y también para el que quiere leer. Pero supongo que también cuando uno escribe puede hacerlo y alimentarse en cualquier lugar del país. De hecho, la situación es la misma. En Buenos Aires en todo caso lo que aprovecho es que mi vida social es más acotada. Yo vengo a estos lados y tengo una familia, tengo amigos, amigas. Una vida social que de pronto se vuelve más intensa y por ahí me tapa los espacios. En Buenos Aires estoy con mi hijo, estamos los tres, y si bien tenemos una vida social nada despreciable, tengo más espacios para leer y escribir, y me gusta.

-¿Cómo es tu vida en Buenos Aires?

-Muy tranquila, mucho más tranquila de lo que era mi vida en Resistencia. Trabajo desde mi casa, coordino un taller literario de narrativa virtual. Así que lo llevo con mucha tranquilidad. Encima, vivimos al lado de la escuela de mi hijo, así que tampoco tenemos un mayor desplazamiento familiar. Mi mujer también trabaja desde casa. Así que es como una vida un poco retirada pero en el medio de la ciudad. Es muy extraño, pero estamos bien.

-¿Cómo te llevás con el hecho de que sea imposible vivir de la venta de libros?

-¿Cuántos viven hoy en Argentina de los ingresos por venta de libros? Es como un poco utópico. Porque además, las rendiciones se hacen cada seis meses. Yo no soy un autor que venda en gran escala. Si bien estoy orgulloso de la cantidad de lectores que tengo, sé que es imposible vivir de los libros. Es, en todo caso, un ingreso simbólico que me despierta una sonrisa cada seis meses. Mi vida es más de tallerista. 

-¿Cómo describirías tu evolución en la forma de escribir?

-En mis primeros libros, y pienso en una novela como Río Negro, o en Tanto Correr, y en los cuentos de La luz mala dentro de mí, incluso en los de Campo del Cielo, había como la premisa de escapar a la solemnidad, y sin embargo ahora, en los últimos tiempos, tal vez por otras lecturas que habré hecho, no lo vi con tan malos ojos volverme, si se quiere, algo solemne. De hecho hay fragmentos, pasajes de esta última novela, donde siento que hay como una especie de solemnidad, ya sea con el paisaje como con el carácter de los personajes. Como cierta contemplación de los personajes que no escatima solemnidad, porque me parecía también que la búsqueda muy concienzuda del humor o del absurdo también podía confundirse en algún punto con el mero chiste, y no es lo mismo el humor que el chiste. Intenté hacer como una especie de balance, o equilibrio, más que balance, entre la solemnidad y el humor desatado.

LOS COMIENZOS

-¿Cuándo empezaste a escribir y leer?

-De chico era como un niño lector, y la gente me veía leer, sobre todo en la familia. Y como me pavoneaba con libros, con lo mucho que leía, se había instalado la idea de que yo iba a ser escritor. Una idea que mantuve, aunque la fui deformando con el tiempo, le fui poniendo visos de vulgaridad, de realidad, y destruyendo la posible idealización que pudiese haber sobre la figura o la imagen de un escritor, sobre el oficio del escritor. De pronto te das cuenta de que es una tarea mucho más rústica, casi vulgar, prosaica, si se quiere, de lo que uno podía imaginar en la infancia. Hoy siento que si bien mantuve la pretensión de que iba a ser escritor, lo que cambió es la forma y el resultado de lo que pretendía: yo a esta edad pretendía ser millonario con la literatura, fíjate lo absurdo.

-¿Tu familia era clase media?

-Una familia clase media, bien instalada. Tanto la de mi madre como la de mi padre. Te iba a decir muy progre, pero no era progre, era una familia más bien… mis viejos tienen una vida política muy intensa, los dos. Fueron montoneros y reivindican su militancia montonera de los 70, así que la política, la vida política, era muy determinante en la vida familiar, en la dinámica familiar. Mis viejos son docentes, ambos profesores de Historia y ambos post dictadura, con una vida sindical docente muy intensa, también de gestión política muy intensa. 

-¿Qué te queda de esa herencia política?

-Me queda la intensidad, me queda el interés, me queda la irritación, la pasión atemperada quizás por el humor y el corrimiento que te ofrece la literatura, digo yo, hablando sin saber. Si algo me ofrece la literatura, al menos para mí, es desalinearme de la intensidad de la vida política, de la vida práctica, no de la vida real. La literatura es la parte más real de ese entrevero. 

-¿Y qué aporta la literatura?

-La literatura no aporta grandes milagros ni cambios, pero sí aporta un posible desplazamiento de la mirada, de la perspectiva, del punto de vista. También es cierto que la literatura trabaja a otra velocidad, pero te aporta también un lenguaje. Yo por lo menos lo siento así, siento que para eso me sirve a mí la lectura. Y también creo que sirve muchísimo cuando está dirigida a las juventudes y a las infancias, y por mucha sospecha que pongamos sobre eso, sobre su efectividad o no, yo creo que es necesaria, pero por una cuestión también pedagógica, educativa, cultural y hasta de sentimiento, de sensibilidad. Insisto, leer no te hace una mejor persona ni vas a encontrar todas las respuestas que tengas que encontrar, pero sí al menos vas a encontrar respuestas que no tendrás en otro lado.

-¿Cómo te organizás para leer y escribir?

-Soy un desastre, quisiera ser mucho más ordenado, debería ser mucho más ordenado a esta altura del partido, pero sigo guiándome por la intuición, por las lecturas que aconsejan las amigas y los amigos lectores en los que uno confía. En mi caso tuve bastante suerte en ese sentido. Así llegué a gente como Ricardo Piglia, que era un gran formador de lectores, como lo fue Beatriz Sarlo. O María Moreno, Martín Kohan, que además son grandes escritores. En mi caso, llego a las lecturas de forma caótica. Y en cuanto a la escritura, siempre aprovecho los resquicios que me dejan la vida laboral, la inspiración y la vida familiar. En este sentido, la vida de lector y la vida de narrador te hacen una vida muy intensa, movida y divertida porque supone que te tenés que acomodar permanentemente para concretar una y otra. Es un poco como los malabares de cualquier trabajador en la Argentina

-¿Qué fue lo último que leíste?

-El otro día terminé de leer, con cierta sospecha, porque se trata de un Nobel y eso genera dudas, La vegetariana, de la coreana Han Kang. Me pareció una novela buenísima, con un nivel de retorcimiento encantador, un poco impresionante en algún punto: te tenés que tapar un ojo para leerla. Otra novela hermosa es la de mi amigo Matías Aldaz, Algo que nadie hizo. No podría hablar precisamente porque me neutraliza la amistad, pero está buenísima, es una novela hermosa, tremenda, muy densa en el sentido sentimental. También me gustó Azara, de Ana Iriarte. 

AUTORES Y LIBROS

-¿Qué panorama literario observás en Argentina?

-Creo que estamos viviendo un momento literario, por lo menos en Argentina, muy intenso, con el surgimiento de muchísimos autores. Si se compara con lo que pasaba hace unos 30 años, ahora es abrumador. En buena medida se debe a que se construyó una clase media que a diferencia del resto de Latinoamérica supo construir un espacio de producción y difusión cultural muy intenso y literario.

-¿Cuáles son tus expectativas respecto de Purirú?

-Hasta ahora me generó saludos y mensajes de buena onda de amigas y amigos. Es muy reciente la salida de la novela, así que todavía no leí ninguna crítica de esas rigurosas que suelen escribirse. Estoy contento como cada vez que consigo publicar un libro. Estoy contento también porque Purirú es una novela de la que me siento orgulloso de haber escrito, del trabajo que hice, de su edición. Encima tardé un montón en verla impresa, porque como no estoy en Buenos Aires, el libro no me llegó. Me lo trajo mi viejo y recién lo tuve más tarde de lo que podría haberlo tenido. Con lo cual, tenía una ansiedad particular en ese sentido. Pero estoy contentísimo. Por las dudas no cometí el error de leerlo, cosa de no arrepentirme.

-¿No releés tus libros?

-Trato de releerlos lo menos posible. A veces no queda más remedio. Me pasó muchas veces que en el medio de una lectura sienta que eso que estaba leyendo lo hubiese escrito de otra manera o que podría aún seguir corrigiendo. Supongo que le pasa a todo el mundo, pero en lo posible no releo mis libros, a no ser que tenga que hacer algún trabajo de reedición o edición. 

-¿Cómo resumís Purirú?

-Siempre situaba mis historias en un paisaje determinado. Mi novela anterior, Nuestra hermana de afuera, la situé en una Buenos Aires que yo mismo creé, imaginé. Ahora hice lo mismo con el paisaje correntino junto al río; lo deformé a mi manera, cruzado por esa droga llamada Purirú. Imaginé un pueblo junto al río, tomado, absorbido por el Purirú y por ese estado de conciencia, y a partir de ahí puse a funcionar a los personajes. Y la verdad es que estoy muy contento por cómo quedó.

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Un autor para tener muy en cuenta

En la entrevista Mariano transmite sencillez y conocimiento de lo que habla, no solamente en lo referido a la literatura, la vida cotidiana y las dificultades económicas nos adentran en una personalidad digna de conocer en profundidad,

Mario Capasso