Liliana Viola: la gran hermana y la gran aurora

La periodista, que ganó el Premio Anagrama a la mejor crónica por La hermana, un perfil sobre la religiosa Martha Pelloni, habla en esta entrevista de este premio y de su otro rol: el de albacea de la obra de Aurora Venturini.

Foto por Sebastián Freire
Por Alejandro Duchini

“Al trabajar con el archivo de (la escritora Aurora) Venturini me di cuenta de todas las preguntas que debí hacerle en su momento y no le hice. Pasa con las abuelas, con las madres… Creo que en el caso Venturini los periodistas nos dejamos seducir por su figura, su velocidad mental para responder sobre todo… Cuando me puse a leer su obra con la seriedad de haberme convertido en su albacea, me maldije por no haberlo hecho antes. con Martha Pelloni me pasó algo similar: cuando fui a llevarle el libro ya publicado, mi actitud era mucho más distendida de la que había tenido al hacerle las entrevistas… Y entonces conversamos de cosas que no están en el libro… ¡Y deberían estar!”. Lo dice Liliana Viola, periodista y autora de la recientemente publicada crónica La hermana, ganadora del Premio Anagrama, con un jurado compuesto por Martín Caparrós, Carlo Feltrinelli, Leila Guerriero, Juan Villoro y Silvia Sesé.

En La hermana (Anagrama), Viola traza un perfil de la monja Martha Pelloni, quien en los 90 impulsó las marchas del silencio que ayudaron a esclarecer el asesinato en Catamarca de María Soledad Morales, una estudiante de 17 años. Viola, además, es la albacea de Aurora Venturini (20/12/22-24/11/15), una de las escritoras argentinas de mayor reconocimiento. Además publicó una biografía sobre ella: Esta no soy yo (Tusquets).

Para algunos, Venturini es el mejor misterio de la literatura argentina. Para otros, entre quienes se incluye a Viola, se trata de una escritura reconocida en todo sentido: “Está traducida en 22 países. De las escritoras argentinas es la que más vende después de Mariana Enriquez y Camila Sosa Villada. Su novela Las primas ya va por la edición 35… No sé si corresponde decir que Venturini es de nicho”, justifica Viola en diálogo con Azimut.

Además de periodista, Viola fue estudiante de Letras. Es autora del libro Migré, el maestro de las telenovelas. Trabajó en Página 12 como editora del suplemento SOY hasta los tiempos de la pandemia. Después sintió que carecía de una voz o un sentido para continuar ejerciendo el periodismo. 

-Encaraste las vidas de dos mujeres que, en principio, parecen distintas. ¿Cuál fue la diferencia de trabajar con una y otra?

-El fantasma de Venturini, aunque no tengo experiencias con fantasmas, me ha perseguido, una suerte de conciencia externa que me ha estado preguntando si valía o no valía decir tal o cual cosa…. Tanto que incluí ese fantasma en el último capítulo, intentándole dar tanto valor como cualquier otro testigo en su versión de la muerte de Venturini, que ocurrió bajo un manto de misterio. Otra cosa que hay en común es que en los dos casos sentí que me faltó algo importante… Hacer más preguntas, o publicar cosas que surgieron después.

-¿Cuál fue la bisagra en la vida literaria de Venturini? 

-Siempre es un misterio el éxito, pero deben ser varias razones… Una de ellas es haber llegado en el momento justo. Y convengamos que Aurora estuvo buscando ese momento durante 85 años y a lo largo de 40 libros que no le importaron a nadie… Por eso creo que una hipótesis podría estar relacionada con el momento en que aparece Las primas (2008) y su reedición en Tusquets (2020). El contexto aquí es la potencia del feminismo y, con sus grandes logros, también el avance del lenguaje estandarizado para hablar de derechos, que se nos quedó un tanto limitado y seco. De repente apareció esa historia y ese lenguaje descentrado, una historia tan desgarradora como desopilante, tan militante como egoísta, feminista y políticamente incorrectísima, creo que demostró que es posible saltar con rabia y con arte por arriba de los clises.

-Hay una historia muy linda detrás de Las primas, que la contás en Página 12. Venturini, siendo aún una desconocida, provoca una gran discusión en torno de un concurso en el que participaste como jurado. Hay quienes se inclinaban por su novela y quienes se oponían. Al final ganó ella, entonces una desconocida.

Las primas, creo yo, es una especie de llave. Me atrevo a afirmar que si al concurso de Página 12 se hubiera presentado con cualquiera de sus otras novelas, no lo habría ganado. Esto no quiere decir que Las primas sea necesariamente lo mejor que escribió en su vida. Hay muchas opiniones a favor de Nosotros, los Caserta. A Mariana Enriquez le fascina Los rieles, yo creo que Las Marías de los Toldos es una revelación tan fuerte como Las primas…

-¿Qué libro de Venturini recomendás para entrar a su mundo?

-Recomiendo empezar con Las primas, como empezamos quienes la leímos por primera vez, porque ahí ella consigue la versión más digerible y completa de su particular estilo. No hay modo de clasificar la literatura de Venturini, es una rara avis en todo sentido. Creo que una vez que nos ha fascinado con Las primas, podemos entonces aventurarnos en otros de sus títulos. Es la llave de un universo fascinante, complejo y que no está hecho para nadie. Aurora Venturini es una escritora liberada de la mirada de lectores y lectoras. Hace lo que quiere. Y así fue que estuvo tantos años sin que nadie la leyera.

LA HERMANA

El caso María Soledad Morales fue (es) tremendo. Asesinada el 8 de septiembre de 1990 tras una fiesta a la que fue llevada por su pareja, Luis Tula, casado y doce años mayor, su cuerpo desfigurado apareció al costado de la Ruta Nacional 38 dos días después. Los informes arrojaron como resultado que fue golpeada, drogada y violada. En un principio, el tema fue tapado, pero a medida que las compañeras de la adolescente insistían con el reclamo de justicia, los medios de comunicación nacionales metían las narices en la provincia, Catamarca. Mientras las autoridades trataban de encubrir el hecho, la monja Martha Pelloni, además directora del colegio al que asistía María Soledad, avalaba marchas que eran de un silencio demasiado ruidoso.

Enseguida el caso trascendió como el de los hijos del poder. Estuvieron involucrados Guillermo Luque (hijo del diputado Ángel Luque), Pablo y Diego Jalil (sobrinos del intendente José Guido Jalil; conocido como El Tío Guido), Arnoldo Saadi (primo del gobernador Ramón Saadi) y Miguel Ferreyra (hijo del jefe de la policía, Miguel Ángel Ferreyra). De ellos, sólo fueron a parar a la cárcel Tula y Luque, hoy en libertad.

-¿La hermana fue tu regreso al periodismo?

Dejé el suplemento Soy después de la pandemia y no he vuelto a trabajar en un medio; tampoco veo que haya mucho medio como para para volver a trabajar. Estuve muy paralizada, en silencio en relación a otros momentos de mi vida y otros momentos del periodismo. Pero básicamente volví al periodismo porque me interesaba el concurso de Anagrama, que era como la excusa perfecta para ponerme a escribir sobre Pelloni, un personaje que siempre me llamó la atención.

-Pelloni es alguien que, contás, siempre te inquietó, te llamó la atención. ¿Qué te pasó al encontrarte personalmente con ella?

-Al principio, debo reconocer que el primer encuentro, que en total fueron dos, me generaba nervios. Al verla percibí a la misma monja que conocimos en los medios de todo el país. Una monja que denunció casos muy cruentos, como robo de bebés, ritos satánicos o incluso que impulsó denuncias a gente que se sentía impune. Lo que me asombró siempre es que nadie haya hecho un libro sobre ella.

-En La hermana hacés hincapié en una pregunta: ¿no tiene miedo de que la maten?

-Es que sería muy lógico que tenga temor con todo lo que denunció y denuncia. Entonces, esa es la pregunta con la que comienzo la crónica; y es la pregunta que vuelve a aparecer durante el texto. Es una pregunta que me hice y que me hicieron otros.

-¿Cómo definís al caso María Soledad con la distancia del tiempo?

-Es un caso con una histórica gesta feminista; lo que hoy sería un femicidio. En cada marcha, el silencio fue un lenguaje femenino y feminista de lucha. 

-¿Escribir sobre la hermana Pelloni es saldar una cuenta con vos misma, dado que siempre te inquietó ella como personaje?

-Al escribir sobre una persona, esa persona te persigue hasta que no termines de escribir. En todo sentido. Es una persecución que a mí me perturba. Sobre todo después de la biografía que escribí sobre Aurora Venturini. Este libro viene a decirme que tengo cierta tendencia a meterme con las vidas de las personas. Me pasó primero con Migré, después con Venturini y ahora con Pelloni. En todos los casos fue una manera de entrar en los personajes. 

-¿Ya pensaste en un próximo libro?

-No, no, no. Cuando una termina embalada, y encima se gana un premio, aparece como un abismo. No tengo idea pero prestaré mucha atención para que no sea una biografía.

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