Periodista y escritora, acaba de publicar Crac, libro en el que cuenta cómo se cortó la relación con su padre y qué hizo para recuperarla, más allá de cómo terminó la historia.

Por Alejandro Duchini
En 2018, la periodista y escritora Josefina Licitra publicó una nota sobre la lejana relación que tenía con su padre, exiliado en España desde tiempos de la dictadura. De pequeña, Licitra se quedó en Buenos Aires con su madre. Tras leer ese texto, su padre se enojó y dejó de hablarle. Ya su familia paterna le había retirado la palabra cuando en 2020 Licitra recibió un mail paterno que hablaba de un “misil” que había dinamitado “lo que quedaba de nuestra relación”.
Desde entonces, le retiró la palabra. Su padre visitó Buenos Aires unas cuantas veces, pero no hubo reencuentro. Licitra saltó ese vacío escribiendo y escribiendo. De ahí salió Crac (Seix Barral), libro en el que detalla lo que pasó no sólo desde ese enojo, sino desde antes. Un antes que incluye sus recuerdos de cuando dormía con armas que sus padres escondían bajo su cama y se mudaban de casa cada dos por tres para escapar de la represión de la dictadura. También hay un ahora, otro intento de acercarse a su padre. O, desde otra mirada, una forma de decirle adiós.
-En Crac contás que hace dos años empezaste a escribir el libro. ¿Desde que lo comenzaste hasta ahora, con el libro publicado, hubo algún contacto con tu padre?
-No, no, no pasó nada. De hecho, entregué el libro, en la segunda mitad del año pasado, y esperé hasta último minuto por si había que actualizar de alguna manera; y no hubo actualización. Mi padre no apareció, así que el libro mantiene su vigencia al 100%.
-¿Cómo te sentiste una vez que el libro salió a la calle con lo que contás?
-Me pasan dos cosas. Por un lado me siento muy aliviada, no por contarle esto al mundo, sino porque tengo el alivio propio de haberme sacado de encima un libro que me resultaba muy difícil. En realidad, cuando se entrega un libro siempre se siente alivio. Pero este venía muy trabado por esta cosa que yo tenía, que es muy real, de un impedimento de escritura, y fue un libro que tuve que remar muchísimo. Este tipo de cansancio que tuve acá, o de desgaste, fue distinto, y terminé de dimensionarlo cuando lo entregué, así que en primer lugar me siento muy aliviada. Es como si mi cabeza fuera un disco rígido y la mitad del espacio se me hubiera liberado. Me siento con ganas de hacer cosas a toda velocidad, muy tranquila, muy liberada.
-¿Pesa hablar de cosas tan íntimas como las que ocurrieron en tu familia?
-Eso viene de la mano de algo muy raro que no me había pasado con los libros anteriores, que en las entrevistas hablo de cuestiones muy íntimas, cosa que no debiera sorprenderme, porque el libro habla de cosas muy íntimas de mi familia. Cosas que siempre estuvieron en la esfera de lo privado, de lo doméstico, y ahora se cruzó ese límite y siento el peso de ese cruce, pero es mucho más el alivio que siento, así que son dos sensaciones contrapuestas, pero que las voy resolviendo bien.
-¿Te preocupa que alguien más se moleste con vos por contar cosas íntimas?
-Si bien nadie lo planteó en esos términos, mi vida, como la de todos, es en interacción con otros. Finalmente es mi vida, no es que escribo la vida de los otros para exponerla. En un punto, necesité escribir esto. Es mi vida, y mi vida en relación a mi padre sobre todo, pero no solo en relación a mi padre. Ni siquiera lo planteé en términos de derecho. Para mí fue una necesidad, porque no estaba pudiendo escribir, y sentí que la única manera de romper eso que me estaba pasando era sacándolo de adentro escribiendo.
-No es nuevo para vos el relato del yo. Lo hiciste en varios textos propios.
-Esto es como una crónica del yo, una crónica de la intimidad. Hace mucho que escribo así. Escribí cuando estaba embarazada de mi hijo, escribí sobre las cirugías que me hicieron, escribí sobre las operaciones que tuve. Escribí bastantes crónicas del yo. Hay cosas que proceso de esa manera, del mismo modo que hace 20 años, cuando escribí sobre mis operaciones, no era porque yo tenía algo que contarle al mundo, sino porque necesité escribir para procesar algunas cosas. Y ahora prioricé esto, teniendo en cuenta que ya lo había perdido todo, porque hace 10 años mi padre no me habla. No es que yo estaba bien con mi padre y arruiné la relación. Si no hubiera habido un dolor tan fuerte, quizás mi necesidad no habría estado, pero también escribí con la libertad del que no tiene nada que perder.
-¿Tu abuela materna y tu tía, mencionadas en el libro, te hablan?
-Ellas eran un poco una preocupación, pero me siguen hablando. Aunque mi abuela está muy mayor y no sé si a alguien le estará leyendo el libro, y, francamente, tampoco ando preguntando si lo leyeron. Además no creo que sea un libro agresivo, el objetivo no es hacer daño más allá de que quizás sí provoque un daño, pero no lo sé. Es un libro que camina en una zona delicada, pero prioricé mi necesidad en relación a gente más adulta que yo en la familia.
-En Crac contás que llegaste a esperar bajo un árbol la salida de tu papá de su casa con la fantasía de acercarte. Ahora con el libro en la calle, ¿cuántas ganas tenés de encararlo, si es que vuelve a Buenos Aires?
-Todavía no tengo fantasías en relación a contactarme con él de manera activa. Siento que el libro es como una búsqueda de contactos, pero mi padre es muy especial. Creo que me haría mucho daño buscarlo y que me vuelva a cerrar la puerta. Porque ya pasó en un contexto de pandemia, con mensajes que le mandé muy cariñosos, y de cualquier forma su respuesta fue cancelarme como escritora y como hija y me costó mucho desandar eso. Entonces, quizás, si lo busco ahora, mi padre abre la puerta. Pero si no la abre, me resultaría muy doloroso. Me ocupé mucho del diálogo entre nosotros, poniéndome de los dos lados. Así que ya no tengo esa fantasía. No, no.
-Vas a dar un curso con la gente de Orsai titulado “Cómo escribir sobre uno mismo”. ¿No te preocupa la exposición del periodismo del yo? ¿El yo no te hace caer en el riesgo del egocentrismo?
-Creo que hay como una falacia que es relacionar una forma narrativa, como puede ser escribir en primera persona o en tercera persona, con temas de ego. Leí muchas veces textos escritos en tercera persona, con una presencia absoluta del autor o de la autora, y textos escritos en primera persona desde un lugar muy interesante, muy interpelador, hasta diría humilde. Pienso en Rodolfo Palacios cuando escribe sus crónicas policiales, donde él siempre está involucrado, y no eran textos egocéntricos, todo lo contrario. Siempre estuve muy tranquila con eso. No creo que se diriman cuestiones del narcisismo en una elección formal. Ciertas historias funcionan mejor contarlas según cómo se cuenten, que puede ser en tercera persona o en primera persona. En Orsai estuvimos manejando bastante en los últimos años el único tipo de texto que nos resultaba interesante, que eran las crónicas del yo.
-¿Por qué?
-Porque sentíamos que era el único terreno en el que había un riesgo verdadero. Crónicas donde hay alguien lamiéndose las heridas, o vomitando una catarsis, o construyendo un personaje heroico o antihéroe. La vanidad siempre está, pero también está en quien escribe en tercera persona. La humildad se dirime en otras cosas, no en ese tipo de escrituras. Lo que queríamos publicar en Orsai era lo mínimo, lo más chiquito, lo más interior; esa búsqueda de por qué me pasó tal cosa. Y lograr así conmover a un montón de gente, al que tiene temas con su mamá, al que no los tiene, al que los tiene con su padre, con su hermano, al que alguna vez soñó. Se conecta de una manera emotiva y muy honesta con muchas personas, y con un riesgo, porque escribir sobre uno mismo y hacerlo desde un lugar verdadero y no para quedar bien parado o como un campeón es de valiente. Escribir de verdad y quedar en pelotas para poder comunicar algo no es sencillo. Soy defensora de ese tipo de material; es uno de los tipos de literatura que a mí me gusta leer.
-Los periodistas cobramos salarios cada vez peores. ¿Cómo te pega ese tema?
-Ya no vivo del periodismo. En este momento vivo del audiovisual. Trabajo en la productora de Armando Bo, About Entertainment. Escribí Cromañón, una serie que salió el año pasado, y estoy escribiendo unas películas con Bo. Es un trabajo que me gusta mucho. Lo descubrí gracias a que pude ver que el periodismo se iba a pique, no por problemas de los periodistas, sino porque las empresas de medios están en crisis por la época que se vive. Hay algo mundial, que es una crisis desde los formatos tradicionales que obliga a repensar el modo de producir y de distribuir la información. Siento que todavía el periodismo, el gráfico por lo menos, está buscando cómo acomodarse a esto. De hecho, cuando tengo dudas sobre si pasó o no pasó algo voy a Twitter. Obviamente, leo diarios todos los días. Pero hablo de urgencias. No tiene que ver con que el periodismo trabaje bien o mal. Lo único que supe es que si seguía haciendo periodismo me iba a morir de hambre. Y si hoy viviera del periodismo estaría en problemas. Todos mis amigos se diversificaron y trabajan también en radio o tele, pero la gráfica está complicada. Así que dejé el periodismo, o la escritura, para el ámbito de los libros, que es algo que siempre me va a gustar, pero el cotidiano de hacer notas, lo solté.