En semanas se publica su nueva novela, La muerte ajena. Es top entre los escritores argentinos actuales. En charla con Azimut dice entusiasmarse ante la reacción de la gente frente a las injusticias sociales en Argentina.

Por Alejandro Duchini
“El libro ya está, ya no es el libro que viene: está hecho”, dice con marcada alegría la escritora Claudia Piñeiro sobre La muerte ajena (Alfaguara), que se publicará entre las novedades de mayo y se presentará en la Feria Internacional del Libro, en La Rural. “Es de esas novelas que van a decir que es policial, pero yo te diría que no, o que sí, pero no tanto”, advierte al comienzo de la entrevista con Azimut.
La muerte ajena es una historia de dos hermanas que no se conocen y que se “quedaron sin lazos” con el padre. Una de ellas es periodista y la otra escort. Cuando su cuerpo cae desde lo alto de un edificio, la periodista investigará lo ocurrido sin saber de quién se trata. “La novela tiene tres partes y en cada una de las partes un punto de vista distinto. Creo que tiene que ver con esto que nos pasa hoy: que nunca sabemos cuál es la verdadera historia, si la que nos están contando o la que nos van a contar mañana, o la que nunca nos van a contar”, dice. Y aclara además que hay mucho del poder de la sexualidad y del cambio de la sexualidad en estos tiempos. “No son tan importantes los hechos sino lo que exponen esos hechos”. “Antes también había trabajadoras sexuales relacionadas con políticos. Pero era más cuidado hacia afuera. Y hoy alguien viene y dice yo salgo con esta persona o esta persona pasa a formar parte del Congreso de la Nación, o integra un ministerio. Como que se blanqueó mucho de este mundo”, sorprende.
-¿Aquello que imaginábamos para un posible futuro hoy es el presente?
-Mis novelas son muy contemporáneas, excepto Un comunista de calzoncillos, que va hacia atrás para contar la adolescencia en la dictadura. Las viudas de los jueves fue contemporánea, El reino también. Mis novelas están atadas al aquí y ahora. Me interesa mirar la sociedad y el mundo en el que vivo. Entonces eso se me mete. Por ejemplo, esta novela tiene un capítulo muy cortito que alguien podría relacionar con la serie Adolescencia, pero el libro ya estaba impreso cuando salió la serie. Y aunque parece que la novela habla de algo que hoy hablan todos, lo cierto es que la empecé a escribir hace dos años. Pero, bueno, el tema está en el aire y nadie es dueño de esos temas.
-¿Cuál es tu metodología para descubrir temas?
-Lo primero es estar abierto a muchas fuentes. Porque hoy más que nunca las fuentes son dudosas. Uso las redes sociales, uso mucho Twitter, pero nada de lo que veo ahí lo tomo como certero hasta que no lo confirmo. También leo muchos diarios nacionales y de afuera. Pero sobre todo salgo a la calle y hablo con otra gente: con amigos periodistas, con amigos que no son periodistas. Me parece que las fuentes deben ser múltiples si uno quiere estar más o menos al día con lo que está pasando. A partir de todo eso, elaboro mi propio pensamiento crítico.
-¿Cómo llegás a tus lecturas?
-Por lo general elijo por un autor conocido. También por recomendaciones de gente que lee: cuando dos o tres personas me nombran un mismo autor o un libro me da como una ansiedad de ver qué hay ahí. Me interesan los escritores nuevos. Y a veces también me da por releer. Son formas de barrer prejuicios. Así llegué a autoras como Mariana Enríquez o Ursula K Le Guin, autoras de ficción, género subestimado por algunos.
-¿Hay en estos tiempos una escritura de mujeres muy potente?
-Creo que las mujeres están escribiendo muy bien. Y antes también había mujeres que escribían muy bien. Pero la literatura también es un sistema donde hay poderes y ese poder lo han ejercido durante mucho tiempo los hombres. Entonces no se iluminaba a esas mujeres Quiero decir, había una Feria del Libro y las mesas principales estaban copadas por los hombres. Los concursos los ganaban los hombres. Los jurados de los concursos eran hombres. Desde hace un tiempo, gracias al movimiento feminista, se abrieron otros espacios. Eso llevó un tiempo y creo que se lo debemos al movimiento feminista. No sólo en la escritura, sino en muchos campos. Las mujeres estamos mejor iluminadas. Pero además tenemos escritoras que escriben extraordinariamente bien, no se trata de una moda leer mujeres.
-¿El autoritarismo que se impone desde el gobierno nacional puede opacar a esas expresiones feministas que lograron su terreno?
-El movimiento feminista tuvo que elegir otras estrategias. En algún momento nos miraban bien y podíamos decir todo lo que pensamos, a pesar de los derechos que todavía no tenemos y de los lugares que todavía no podemos ocupar y las injusticias que todavía padecemos. No sólo me refiero a mujeres sino también a los grupos LGTB y todo aquellos que tenía algo de progresismo. Mucho de eso hoy es visto con malos ojos, lo que hace que haya que replegarse un poco, cuidar los espacios para dar las batallas que hay que dar. Eso no quiere decir que vamos a dar un paso atrás respecto de los derechos adquiridos ni que vamos a dejar de pelear por lo que todavía no tenemos. Pero me parece que la estrategia en este momento es no poner la cabeza todo el tiempo para que te peguen si no elegir cómo.
-¿Cómo ves este tiempo de falta de reacción ante las injusticias sociales?
-Siento que en las últimas semanas se vio mucha más necesidad de volver a salir a reclamar. Distintos grupos que tratan de armar alguna cosa para movilizarse o para denunciar cierta situación. O para decir que no estamos de acuerdo. Si los primeros meses fueron como de quedar paralizados, asombrados, ahora hay reacción. Hay un montón de gente que no está de acuerdo con un montón de cosas, incluso gente que votó a este gobierno. Estoy con un poco más de entusiasmo porque veo que hay reacción.
-¿Qué te significa contar entre tus seguidores con lectores de las nuevas generaciones?
-Empecé a darme cuenta de eso porque se acercan en las presentaciones, en las ferias. Me llena de orgullo escribir y conversar con nuevas generaciones. Me parece que es fundamental que haya una conversación intergeneracional. Yo aprendo mucho de la gente más joven y me encanta que ellos puedan leer mis libros y que les parezca que ahí hay algo que les puede interesar. Eso se produjo en parte por el activismo más visible que tuve. Seguramente alguno habrá dejado de leerme justamente por ese activismo, pero hay un montón de pibes y pibas jóvenes que se enteraron de que existo a través del activismo. Además hay muchos docentes en escuelas que son muy generosos con los textos míos y los dan en las clases. Me parece que el intercambio es enriquecedor para todos.
-Más allá de tu activismo, ¿qué influencia tuvo entre las nuevas generaciones que haya series y películas basadas en tus libros?
-Ahí hay una posibilidad de llegar a generaciones que a lo mejor no se llegaba con el libro. Es una posibilidad de expansión mundial, llegar a otras lenguas. El Reino se estrenó en 290 países el mismo día, en todas las lenguas. Entonces, en un montón de países al mismo tiempo están con un texto que yo escribí; y eso es muy apabullante y también maravilloso.
-¿Sos obsesiva con la corrección de tus libros?
-Corrijo muchísimas veces, le dedico muchísimo tiempo a la corrección, incluso mientras estoy escribiendo. Le doy a leer a bastantes personas para que me hagan sus devoluciones: escucho lo que me dicen más allá de los editores y los correctores. Tengo muchas instancias de corrección. Ahora, una vez que el libro está publicado, no lo quiero leer más.
-¿Cuál es tu sensación al terminar de escribir un libro?
-Alivio. Porque cuando escribo una novela la tengo todo el tiempo en la cabeza. Las novelas las escribo durante años y me acompañan a todas partes: voy a cenar con amigos y la novela la tengo en la cabeza, me duermo y me despierto pensando en la novela. Así que poner un punto final es un alivio.
-¿Tuviste o tenés el sueño de irte a vivir a un lugar alejado de la civilización y dedicarte sólo a escribir?
-No, Nada que ver. Siempre me supe aislar lo suficiente como para escribir y no desconcentrarme a pesar de que alrededor mío pasen cosas. Últimamente tenemos demasiado estímulo en las redes sociales y otras cuestiones que pasan en el país que distraen permanentemente. Así que siempre logré armar el cuarto propio sola. Incluso en la pandemia, porque si no, con la casa llena de gente, era difícil trabajar. Este año voy a hacer una residencia organizada por la Fundación Rockefeller en Bellagio, Italia. Es una residencia de un mes. Quiero ver de qué trata la experiencia, porque nunca hice algo así. Cuando empecé a escribir de manera profesional tenía hijos muy chiquitos y era difícil anotarme en residencias porque no me podía ausentar tanto tiempo. Ahora que mis hijos están más grandes me voy a dar el gusto de pasar por esa experiencia.