Ganó el Premio Clarín con su novela Si sintieras bajo los pies las estructuras mayores, de próxima publicación. Lo avalan, entre otros reconocimientos, que fue ganador del Tercer Concurso de Narrativa organizado por La Balandra; y el Premio Futurock novela 2022 por Quiebra el álamo.
Por Alejandro Duchini
Roberto Roganovich -escritor, cordobés, 32 años, guitarrista y cantante- podría ser nota por distintos motivos. Uno de ellos es que en 2022 fue el ganador del Tercer Concurso de Narrativa organizado por La Balandra con su cuento El sol oblicuo.
O podría ser nota por su primer libro, Quiebra el álamo, ganador del Premio Futurock Novela 2022. Lean lo que dijo Luis Chitarroni: “Quiebra el álamo tiene un alto grado de vanguardia. Es una novela para leer de la primera a la última página sin detenerse, de una sentada”. Y Martín Kohan: “Tuve que precaverme para no envidiar porque hay zonas de una escritura muy admirable. Cuando se trabaja con distintas dimensiones de temporalidad hay que hacerlo especialmente bien, y Roberto lo hace especialmente bien”.
O también puede ser nota porque en 2023, su cuento Todos los terneros y los pumas ganó el Concurso de Letras del Fondo Nacional de las Artes.
Pero Roganovich es nota porque a principios de noviembre ganó el Premio Clarín de Novela. Si sintieras bajo los pies las estructuras mayores (350 páginas, anuncian) será publicada en breve. Eso fue lo que motivó un mensaje de la gente de Azimut: “Ahora sí, este pibe es nota, hay que entrevistarlo”.
Un premio, sabemos, siempre garpa. Pero más si el jurado de ese premio está compuesto por, entre otros, Mariana Enríquez y Samantha Schweblin. Roganovich, amigos, la rompe.
-Cuando empecé a buscar información sobre vos me encontré con que tenés una banda de rock.
-Así es, Ox en Mayo Alto. Somos ruidosos. Los metaleros dicen que somos unos putos, y los rockeros más tranquilos dicen que somos unos metaleros de mierda, así que estamos en el medio de las dos cosas. Toco la guitarra y canto como haikus, intervenciones vocales muy cortitas, muy breves. Nos interesa hacer eso: jugar un poquito. El primer EP salió en el 2020 y sacamos un EP por año. Así que vamos por los cuatro EPs.
-Sos polirubro: rockero, becario del Conicet, escritor…
-Soy becario doctoral del Conicet y además soy docente. Ahora defenderé la tesis doctoral y después quedará presentarme a la beca postdoctoral, aunque como están dadas las circunstancias de inversión en el país, probablemente sea muy difícil acceder a una beca. A mí me interesa la investigación y desde que soy chiquito mi sueño era ser investigador nacional. Pero parece que ese sueño tendrá que ser aplazado, por lo menos por un par de años, hasta ver cómo se acomoda todo. Y también doy clases en la Universidad Nacional de Córdoba y talleres de escritura creativa de manera independiente.
-¿Para qué sirven los premios?
-Partamos de que no se puede vivir de la literatura. Creo que en este país hay dos o tres personas que pueden decir abiertamente que viven de la literatura.
Entonces los premios te sirven en primera instancia para recordarte constantemente que es posible escribir. Y en segunda instancia para colocarte como un escritor posible. Pero fundamentalmente los premios sirven para seguir escribiendo. Sirven para no olvidarse que uno puede escribir.
-¿Y puntualmente el de Clarín?
-En la repercusión, sobre todo. Y en los cinco palos que voy a cobrar por ganarlo. El premio Clarín puede ser el premio de literatura argentina más prestigioso de nuestro país. Independientemente de si la novela es buena o no, te pone en un lugar de visibilidad y de recepción que no recibirías si publicases de forma independiente. Así que espero que la visibilidad que me dé este premio me permita dedicarme un poco a los talleres de escritura creativa, que es un espacio que disfruto muchísimo, porque la práctica de la escritura suele ser muy solitaria y también muy violenta cuando no sale algo que uno desea y te suele poner frente a tus propios demonios e incapacidades.
-¿Cómo te llevás con el hecho de corregir textos ajenos?
-La corrección es la práctica verdaderamente literaria. La práctica de la escritura está atada a una compenetración y compromiso absoluto con el texto. Cuando uno corrige es cuando realmente está pensando en cuestiones de la estructura, del tipo de efecto que se genera en el lector, pulir metáforas, pulir oraciones. Me lleva tiempo corregir lo que trabajan los chicos, pero más tiempo me lleva corregir lo que hago yo, porque soy bastante obsesivo. Por lo general me suele llevar más tiempo la instancia de la corrección que la de escritura. Intento seguir el consejo de Stephen King de que el borrador de una novela tiene que escribirse en el tiempo que dura una estación. El primer borrador lo tengo que tener escrito en más o menos cuatro meses. Creo que con esta última novela cumplí ese plazo, pero fueron cuatro meses de borrador y ocho meses de corrección. Recién ahora empiezo una nueva etapa de corrección con la editora que me acaba de poner Alfaguara, cuyo nombre no voy a decir porque ya veo que la novela es una verga y la clavo a ella.
-¿Porque decís eso? ¿No tenés confianza?
-Verdaderamente no disfruto escribir. Escribo porque me gusta mucho la literatura y porque soy una especie de adicto, pero no soy celoso de mi escritura. Por lo general cuando presento mis textos a compañeros y me dicen “esto no funciona, esto sacálo, esto es basura”, suelo responder a esos llamados de atención. Nunca me siento muy cómodo con cómo terminan saliendo las cosas, pero lo que importa en ese caso es tener la valentía para considerar que un texto ya está terminado. No sé si la novela es buena, es lo mejor que puedo dar el día de hoy con las capacidades que tengo hoy.
-¿Qué otros consejos tomás de Stephen King?
-Stephen King dice que más o menos intenta escribir seis páginas por día, cosa que para mí es completamente imposible. A ese ritmo, en tres meses tiene una novela de 300 páginas. Después viene la instancia de la corrección, que sí, le puede llevar un año, pero es un montón. Lo saqué de su Mientras escribo y de una entrevista muy, muy linda entre él y George RR Martin, que es el escritor de Game of Thrones, en donde charlan sobre sus métodos de escritura.
PRIMERAS LECTURAS
-¿Por dónde empezaste tus lecturas?
-El primer libro que leí fue El Príncipe Valiente, cuando tenía, no sé, tal vez seis años. Antes solamente leía Genios y Billiken. Aparecieron Harry Potter, Tolkien, Lovecraft, Poe… Y ahora sucedió que durante mi carrera, estudié Letras Modernas, dejé de leer literatura a pesar de estudiar letras, porque el estudio y la lectura de filosofía me consumían absolutamente todo el tiempo. No sé por qué, tampoco, pero para esa época empecé a generar cierto rechazo a la literatura, pero cuando terminé la carrera volví a leer y siempre estoy leyendo un libro. Cuando percibo que estoy a punto de terminar uno, ya estoy comprando el que sigue. Me parece una buena forma de robarle tiempo a Netflix.
-¿Leés más de un libro a la vez?
-Muchos libros a la vez. Hace poco terminé por primera vez Moby Dick, que lo habré leído en seis, siete u ocho meses. Y mientras leía Moby Dick iba leyendo otros. Ahora estoy releyendo la trilogía de Pablo Ramos (El origen de la tristeza, La ley de la ferocidad y En cinco minutos levántate María). Es una trilogía hermosa, está buenísima. Estoy leyendo Hacedor de estrellas, de Olaf Stapledon, y Los perros hambrientos, de Ciro Alegría. Ah, y Melvill, de Rodrigo Fresan.
-¿Cuánta plata invertís en libros por mes?
-¡Me encantaría que las editoriales me regalen libros! Ja ja. Leo mucho en el Kindle, que me parece que fue la mejor inversión tecnológica de mi vida. Tengo una política de no piratear latinoamericanos: todo lo que sea de autores argentinos lo compro. Otras cosas sí las pirateo. Me compré un Kindle hace muchísimo tiempo pero no pude superar el fetiche del libro impreso. Intervengo mucho los libros con lapicera, marcas, comentarios, círculos, subrayados.
-Más allá del costo del aparato, la lectura en Kindle es más económica que el papel.
-Siento que es un dispositivo increíble, genial: no se acaba la batería, lo podés llevar a cualquier lado con 60 libros, permite que nunca se corte el ciclo de terminar un libro y empezar otro. A mí me parece hermoso: aceleró y acrecentó mi ritmo de lectura. Lo único que lamento del Kindle es que no se pueda subrayar el texto a la manera del libro impreso, aunque ahora está el Kindle Scribe, que sale carísimo y que alguna vez me compraré para marcar las cosas que me gustan. Sin embargo, cuando descubro una novela que realmente me conmueve la termino comprando en físico. Sigo siendo un fetichista de libros y me gusta mi biblioteca.
-¿Sos de prestar libros?
-Si, si.
-¿Te los devuelven?
-En un momento empecé a hacer una práctica policial muy bizarra que consistía en sacarle una foto a la persona que se lo llevaba con el libro en la mano. Entonces tengo una carpeta en el celular con todos los libros que presté y cuando pasa un tiempo considerable le envío a esa persona la foto suya posando con mi libro. Así, me lo devuelven. Empecé a hacer eso después de que me diera cuenta de que me faltaban libros y libros. Me volví celoso del préstamo: tiene que haber muchas cláusulas y tengo que confiar mucho en la persona que se lo lleva.
STAR WARS
-¿Qué miedos te surgieron después de ganar el premio?
-Diría que hay un miedo profesional, por un lado, y un miedo referido a la fe. El profesional es sentir que después de haber terminado una novela no podía escribir una segunda. Siento que lo que purgué o extirpé de mí es esa idea de que alguien se queda vaciado de palabras. Pude escribir una segunda novela después de escribir una primera, y a pesar de que ahora tengo miedo, quiero creer que voy a poder escribir una tercera después de escribir esta segunda. A nivel más personal, más íntimo, relativo a la fe, siento que esta novela es, por lo menos para mí, una búsqueda de cierto equilibrio íntimo, individual, subjetivo, frente al mundo demente en el que estamos viviendo, atravesado por la pandemia, por la guerra, por shocks políticos de todo tipo. Vengo de una familia cristiana, yo abandoné el cristianismo, pero había algo en el cristianismo que permitía aglutinar las vidas, a pesar de que afuera fuese un desastre. Siento que esta novela me volvió a convidar esta tranquilidad, esta idea del equilibrio, esta idea de la naturaleza en una clave muy spinoziana, también muy propia de Star Wars: la idea de la fuerza, que es algo que se está moviendo siempre debajo de todo y que es lo que verdaderamente importa.
-¿Sos fan de Star Wars?
-Sí, mal, mal. Tengo tatuado a Darth Vader, mirá. Le pedí a las hijas de una amiga que me dibujasen un Darth Vader como si fuese dibujado por niños, porque no quería un Darth Vader realista, quería un Darth Vader como dibujado medio en joda. Bueno, a ver, en el momento en el que abandoné el cristianismo, de algún modo me convertí al jedismo. Creo verdaderamente en la fuerza como algo que nos convida a cierta tranquilidad o equilibrio y que nos permite llevar el día a día. Las de Star Wars son películas verdaderamente religiosas. La enseñanza moral de Obi-Wan, de Yoda, es tranquilizante.
-Y perfectamente adaptable a estos tiempos.
-Siento que ahora estamos todos un poco desesperados, intentando encontrar algo fijo que nos dé algún tipo de certeza respecto del quilombo que estamos viviendo en todos los frentes y en todas las partes del mundo. Star Wars tiene mucho de budismo. Hay algo del budismo referido a la contemplación y a la observación del río que pasa, como puede ser toda la literatura de Hermann Hesse, sobre todo Siddartha. Y siento que, contrariamente, el cristianismo es esa tradición que, en vez de contemplar la fuerza, quiere intervenir sobre ella.
-¿Algo de eso se nota en Si sintieras bajo los pies las estructuras mayores?
-Creo que en la novela los personajes reconocen que hay una fuerza superior, hay algunos que deciden solamente observarla y sentirse conmovidos por ella, y hay otros que pretenden utilizarla para su propio beneficio o para el beneficio del grupo al que pertenecen.
DE CÓRDOBA A BUENOS AIRES
-¿Qué te motivó a mudarte de Córdoba a Buenos Aires?
-Lo que a todos los provincianos: es sabido que Dios atiende acá y hay cierto circuito, que si bien existe en Córdoba, que si bien existe en Rosario, porque son ciudades grandes, tienen otro tipo de nivel y otro tipo de modulación acá en Buenos Aires, donde es todo mucho más acelerado y explosivo y contagioso también.
-Quienes vienen del interior, suelen hacerlo resignados. Como que no terminan de irse de su lugar de origen. ¿Te pasa eso?
-Buenos Aires es una ciudad hermosa, estoy completamente enamorado de CABA, es muy contagiosa y estoy muy contento de estar acá. Además, estoy haciendo amigos, como los chicos de los talleres a los que fui. Tengo muy buena relación con Luciano (Lamberti), Mariana Enríquez, María Fernanda Ampuero.
-¿Qué te significó en su momento ganar el Tercer Concurso de Narrativa organizado por Fundación La Balandra?
-Para mí fue hermoso porque descubrí, y lo digo en serio, que existía con La Balandra un gran circuito de consumo literario que corría muy por fuera de los canales ya estandarizados de la literatura y la crítica argentina. De repente La Balandra se convirtió en un polo de discusión y de producción literaria y de talleres y de comunión que yo no sabía que existía. Sobre todo porque está apalancado en toda una estructura virtual que creo que favorece la comunión de personas muy distantes, tanto a nivel de países como de provincias. Ese premio significó mucho para mí porque el cuento con el que gané era un experimento medio raro en el que intenté trabajar con la segunda persona del singular: es alguien hablándole a otro alguien. Pensaba que era un experimento frustrado hasta que terminé por ganar. Desde entonces, ese cuento forma parte de las cosas que quiero entre lo que hice, que no es algo muy común en mí.
-¿No te considerás un escritor todavía?
-No, no, no. Hoy me considero un adicto a la lectura y a la escritura. La gente de mi edad que se presenta como artista o como escritora me genera cierta incomodidad. El único escritor menor de 30 era Rimbaud. Todos los otros son escritores a partir de los 40, a partir de los 50, no sé. Me faltan 20 años para ver si voy a ser o no escritor.