
Por Hernán Carbonel
Editorial Sigilo fue fundada en 2014 y, desde 2018, cuenta también con sede en Madrid. Dueño de un catálogo amplio, nacional e internacional, el sello, ya instalado como uno de los más relevantes de la industria independiente argentina, destaca por sus títulos de narrativa contemporánea. En estos días, subió un par de peldaños cuando László Krasznahorkai fue anunciado como Premio Nobel de Literatura: al mismo tiempo que se conocía la noticia, Sigilo publicaba una novela del autor húngaro, Al norte la montaña, al sur el lago, al oeste el camino, al este el río. Sobre esas y otras cuestiones dialogamos con Maximiliano Papandrea, su director editorial, en esta entrevista exclusiva para Azimut.
La pregunta del millón: ¿cómo se decidieron en su momento a traducir a László Krasznahorkai?
Cuando László Krasznahorkai gana el Man Booker International en 2015 (el premio más prestigioso para traducciones en inglés) se empieza a hablar de él en todo el mundo y ahí le presto atención, pero ya lo estaba publicando Acantilado, la editorial española, desde hacía un buen tiempo, lo cual descartaba toda posibilidad de publicarlo. Pasaron varios años y, como los libros de László no se distribuían bien en la Argentina, charlando con su agente literaria, a quien yo conocía desde hacía varios años, surgió la posibilidad de publicarlo en Argentina y Uruguay. Me parecía una idea hermosa incluirlo en el catálogo, independientemente de que ya por entonces solía ser uno de los candidatos fijos a ganar el Nobel. Las traducciones que publicamos no las encargamos nosotros sino que ya estaban hechas y las contratamos también. Adan Kovacsics es el traductor oficial de László en español.
Ustedes ya habían publicado otro libro de él, El último lobo, o sea que, como se suele decir, le habían echado el ojo. ¿Al norte la montaña, al sur el lago, al oeste el camino, al este el río salió prácticamente al mismo tiempo que el premio?
Sí, porque especulábamos con la idea de que lo ganara, entonces programamos la publicación de los dos libros en octubre, mes del anuncio. Decidimos arrancar con El último lobo porque es una novela que no estaba en Acantilado (la publicó hace varios años una fundación española, es un libro escrito por encargo, de alguna manera) y nos pareció una buena carta de presentación, siendo tan breve, para una literatura rica y exigente como la del húngaro. Luego seguimos por Al norte la montaña… simplemente porque es un libro que me gusta mucho.
Respecto del Nobel en relación con Sigilo, ¿crees en la casualidad, en la causalidad, en la suerte o en el ojo clínico de lector-editor?
Los editores vivimos haciendo apuestas de distinta naturaleza, a veces nos salen bien, otras no tanto, pero en este caso el objetivo principal era publicar algunos libros de él porque nos pareció que incluirlo en nuestro catálogo lo enriquecía y ampliaba y le daba a nuestros lectores una idea de la amplitud de nuestros intereses en ficción literaria contemporánea. Como además era un candidato fijo al Nobel desde hacía un tiempo, si lo llegaba a ganar iba a ser un acierto redondo, así que fue como tentar la suerte, pero si no hubiera sido así igualmente ya estábamos muy orgullosos de haber podido publicar y darle a conocer a los lectores argentinos a uno de los escritores europeos más interesantes que están escribiendo hoy.
¿Cómo se decide una traducción de este tipo, qué se evalúa? Y aparte: ¿cuántos libros se evalúan para finalmente no traducir?
Dentro de la ficción y afines, que es a lo que nos dedicamos mayormente, nosotros nos movemos en un rango amplio y variado, que puede ir desde autores y autoras inéditos a consagrados pero que aún no son conocidos en nuestro país, como es el caso de László o de M. John Harrison. En todos los casos, lo que importa más que nada es el valor literario del libro, lo que viene a decir en términos literarios, y, como nos consideramos eclécticos, podemos pasar, por ejemplo, de Me gusta así, de Erika Paula Curbelo, una ópera prima de una autora uruguaya de 24 años que habla con mucha destreza narrativa y picardía desde la generación Z (novedad de septiembre) a un autor como László, que salió en octubre. No se parecen en nada, una escritora y un escritor que están en las antípodas, los dos valiosos en sus propios términos: bueno, eso es Sigilo, esa amplitud. No podría decirte cuántos libros evaluamos para terminar eligiendo uno; nuestro oficio consiste en tener la antena encendida en todos lados y a toda hora, y así es desde que me convertí en editor, hace más de quince años. A veces uno termina publicando un libro con el que tomó contacto hace muchos años atrás.
Pienso, por ejemplo, en Julia Armfield o Jesse Ball, gente de la casa para ustedes, que son muy buenas plumas o apuestas fuertes a futuro.
Sí, esa es otra línea de trabajo que nos interesa mucho, la de descubrir nuevas voces en otros idiomas y apostar por ellos a largo plazo. El primer libro que se publicó de Jesse Ball en español fue Toque de queda, que acabamos de reeditar. A Jesse Ball lo descubrí cuando trabajaba en La Bestia Equilátera, antes de fundar Sigilo, y lo publicamos ahí en el 2014. Apenas pude me lo traje para Sigilo porque me parecía un novelista original, potente e innovador, y confiaba en que, si armábamos un plan de publicaciones para ir dando a conocer su obra, año a año se iría generando una comunidad de lectores y lectoras, que fue lo que terminó ocurriendo más de diez años después y con seis libros publicados. Julia Armfield es un caso muy similar.
Vuelvo a los aciertos como editores, a Cometierra, por ejemplo, que es un poco el caballito de batalla de ustedes y que la catapultó a Dolores Reyes, y que sigue dando que hablar, sea en debates públicos y políticos o en adaptaciones a lo audiovisual.
El “fenómeno Cometierra” escapa a cualquier previsión de editor porque es una novela que conectó de inmediato con una fibra popular, y por eso se hizo tan conocida y consiguió tantos lectores y lectoras en tan poco tiempo. Fue algo inmediato, descomunal, en algún punto misterioso, algo que sucede cada tanto en el mundo editorial. Nosotros confiábamos muchísimo en la novela y en Dolores (dos fuerzas de la naturaleza) y sabíamos que estábamos publicando algo distinto, que llamaría mucho la atención, porque fue lo que sentimos cuando leímos el manuscrito y cuando conocimos a Dolores, pero jamás nos imaginamos que sería el fenómeno que terminó siendo. Nadie puede planificar un acontecimiento editorial así, ni siquiera una editorial transnacional con todos los recursos del mundo. En el mejor de los casos, uno funciona como un buen médium, para usar un símil afín al universo de la novela.



