Martín Caparrós: “Me importa mucho seguir escribiendo”

Se acaba de publicar Antes que nada, libro en el que el periodista y escritor memoriza su vida, opina sobre distintos temas y da a conocer poemas. Todo, en medio de la incertidumbre que le significa padecer esclerosis lateral amiotrófica (ELA). A continuación, la charla con Azimut.

“Y me sorprende que, desahuciado como estoy, no esté más deprimido, más aterrado, más descorazonado. A veces temo no haberme dado cuenta todavía —y lo que pueda pasar cuando suceda. Pero por ahora me lo tomo con una suavidad que no me convence. Sospecho que en algún momento voy a desesperarme”. El texto se lee en Antes que nada, el nuevo libro de Martín Caparrós. Una suerte de memorias y de ensayo de más de 700 páginas publicado por Penguin Random House. La tapa, dibujada por Miguel Rep.

Antes que nada tiene el peso del adiós: Caparrós padece desde hace unos dos años Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), enfermedad neurodegenerativa que provoca parálisis musculares y que no tiene tratamiento. Lo que en el caso de Caparrós empezó con un debilitamiento al caminar y pronto con la obligación de utilizar silla de ruedas, ahora es una seguidilla de impedimentos físicos que van apareciendo. Por eso, esta frase en su libro: “Me dijeron que me voy a morir. Es tonto: no debería necesitar que me lo digan. Pero una cosa es saber que te vas a morir alguna vez —empeñarte en olvidar que te vas a morir alguna vez— y otra muy otra que te digan que hay un plazo y ni siquiera es largo”.

Lo sobrelleva escribiendo en su casa de Madrid, España, donde vive hace unos diez años con su pareja, la periodista española Marta Nebot. Cuenta que escribe mirando hacia un jardín propio. Cuando no pueda utilizar las manos, como habitualmente hace, verá qué. Pero por ahora, escribe y lee. Que es lo que más le gusta.

Lee en formato electrónico y prepara un libro sobre José Hernández con dibujos de su amigo Rep. “El libro -le dice a Azimut desde su casa madrileña vía cámara web- es desde la mirada de Martín Fierro. Y completa de alguna manera la trilogía que inicié con Echeverría y Sarmiento”. También junto a Rep prepara unos guiones con ilustraciones que saldrán en el diario El País. 

-Trato de encontrarme cosas que me interesen para hacer y para pasarlo lo mejor posible. Por supuesto, no siempre es fácil. Pero lo intento mucho y a menudo me sale. Lo que pasa es que hay cosas que me rompen mucho las pelotas: ¿podré meterme en la ducha tranquilo? Cosas por el estilo. Pero, bueno, es lo que hay.

Ni bien comienza la charla, suena el timbre de mi casa. Le pido un minuto para atender: le inquieta, y me lo contará enseguida, es el ladrido de mi perra. Me pregunta por Kika y le cuento y le pregunto si él tiene animales, cómo se lleva con eso. Me contesta que tiene un gato y una gata: “Es raro lo de los animales: me impresiona la cantidad de boludeces que yo puedo hacer para contentarla”. Y agrega: “Mis gatos tienen esa cosa de que dan bola cuando quieren y tienen una vida independiente y de vez en cuando se cruza con la mía. Lo cual a veces es muy agradable y a veces uno los quiere matar”. Y se ríe.

Sorprende -por qué no decirlo- que se ría: uno espera encontrar a un Caparrós tal vez opaco -digamos- pero nada que ver. Es el Caparrós de otras tantas veces en que lo entrevisté. Tal vez la famosa procesión vaya por dentro. O a lo mejor es el Caparrós de hoy, que puede ser diferente al del día anterior o al de la semana que viene.

-No sabía cómo encarar esta nota y hablé con una psicóloga a la que le dije: ¿qué le preguntarías a alguien que padece una enfermedad incurable sin entrar en las preguntas retóricas, la pena y esas cosas? Preguntale si tiene algún pendiente, algo que cerrar con un otro, me sugirió. 

-No tengo la sensación de que quiero arreglar cuentas con el mundo. Quiero seguir viviendo todo lo que pueda. Y lo más parecido a cómo viví hasta ahora. O sea, no es que esté arreglando cuentas con nada. Y de todas maneras, tampoco tengo la sensación de tener cuentas pendientes muy claras. Porque siempre traté de no dejarlas pendientes, de decir lo que quería decir y de escribir lo que quería escribir. En ese sentido no siento deudas demasiado claras. De todos modos, uno siempre tiene millones de cosas pendientes. La diferencia, si acaso, es que en general uno se engaña pensando que las va a hacer todas en algún momento. Y yo tengo claro que hay muchas que no voy a hacer. Pero no hay nada que me quite el sueño. Me hubiera gustado ir a Tombuctú, pero si no voy a Tombuctú no pasa nada. Las cosas que me importan en serio, creo que las hice en la medida de mis posibilidades. 

-¿Viajar, amar, escribir y leer?

-Básicamente. No necesariamente en ese orden, pero sí.

-¿Y qué estás leyendo ahora? 

-Leí, entre tanto, el último de Juan Villoro (No soy un robot), que me parece un libro muy bueno. En la primera parte de ese libro, habla de esos personajes de la derecha que llegaron al poder. Me encanta el libro, me encanta cómo consigue mezclar su gran cultura clásica con temas absolutamente contemporáneos. Tiene un arte muy particular y además una prosa extraordinaria. Hay algunas cosas, algunos análisis que me gustan o me interesan más que otros, pero el conjunto del libro tiene esto de analizar Twitter empezando por Daniel Defoe o ese tipo de cosas.

-En Antes que nada contás sobre una problemática relación con Osvaldo Soriano. ¿Cómo ves eso a la distancia del tiempo?

-Yo escribo que él estaba ejerciendo su violencia institucional contra mí al echarme de Página 12 y que entonces yo podía ejercer contra él la única violencia que puedo, que podía, que era cagarlo a trompadas, cosa que nunca hice. Y además cuento que al cabo de ese mismo día en que me dijeron que me echaban por él, lo vi al final de un pasillo y salió corriendo, así que bueno… No pasa nada.

-¿Terminaron mal?

-No, no terminé mal, no terminé ni nada, porque imaginate que si un tipo te hace echar de un laburo, es como de las peores cosas que te puede hacer, de las cosas más viles que alguien puede hacer. Y años después, creo que lo cuento, le pedí a Tomás Eloy Martínez que averiguara por qué lo había hecho y habló con Soriano y Soriano le contó una historia que era visiblemente falsa, porque las fechas no coincidían. O sea, decía que me había mandado a despedir por algo que había sucedido después de que él me hiciera echar, entonces no daban las cuentas. Y después me pasó que cuando estábamos por publicar La voluntad, dije, bueno, la verdad que tampoco hay por qué ser, qué sé yo, como rencoroso en ese sentido, o vengativo, y entonces decidimos incluir una crónica de Soriano que había publicado en La Opinión, creo que en 1972, 73, porque en La voluntad había fragmentos de materiales de prensa de época. Y dije, bueno, metamoslo, así ya basta de esta tontería. Y resulta que el libro salió en marzo del 97 y Soriano se había muerto en enero, o sea que nunca lo vio. Entonces esa tentativa de, qué sé yo, de alguna manera de dejar las cosas así como ya arregladas, fracasó. Pero después pasó algo más: el auto que utilicé para recorrer el país para escribir el libro El interior había pertenecido a él.

-¿Posta?

-Si, si. La tarjeta verde decía “Osvaldo Raúl Soriano”. Me hacía gracia tenerlo ahí, en la guantera del coche durante miles y miles de kilómetros.

-¿Un Renault 12?

-Un Renault 19 que su viuda le había vendido a un amigo mío y este amigo se fue a vivir a Estados Unidos y me lo vendió. O sea que sí, efectivamente, fue un encuentro extraño.

-En Antes que nada escribís sobre los encasillamientos de novelista o periodista. ¿Cómo te llevás con eso?

-Creo que soy un escritor que a veces escribe ficciones y a veces escribe no ficciones. No me siento distinto en una función o en la otra. Ante mí mismo no necesito definirme de una u otra manera. Quizás algunos prefieren encontrarme una definición, que si soy cronista, que si soy novelista, que esto, que lo otro. Pero para mí, como te digo, eso es parte de un mismo trabajo, que es escribir. Y eso es lo que hago.

-¿Te aburren esas definiciones?

-Me parecen un poco al pedo, ¿no? ¡Qué sé yo! Sí, me parecen… A mí me interesa todavía bastante, de algún modo, ¿cómo decirlo? romper géneros, romper con esas divisiones estancas de los géneros. Entonces, este tipo de definición lo que hace es tratar de recuperar esa separación genérica. Antes que nada es unas memorias, puede ser, pero también hay unas reflexiones que no tienen nada que ver con las memorias, y hay unos poemas que son otra cosa. Y así, sucesivamente, y hace muchos años que intento hacer eso, porque me parece que eso es parte de lo que quiero pensar como literatura: encontrar formas nuevas de contar cosas.

Antes que nada ratifica que tenés una memoria sólida.

-Sí, qué sé yo, parece que algunas cosas me acuerdo, sí.

-Viajaste un montón.

-Siempre me interesó viajar y pude hacerlo bastante. De hecho, hasta la pandemia, por ejemplo, no pasaba más de medio año en España. Es una boludez, pero lo tenía muy presente, porque si pasaba más de la mitad del año, tenía que pagar impuestos en España, y seguía pagando impuestos en la Argentina, porque no pasaba más de medio año aquí. Después, ya con la pandemia, y ahora con la enfermedad, todo eso cambió, pero imagínate, me pasaba medio año dando vueltas por ahí. Así que sí, efectivamente, tuve mucha suerte con un trabajo que recién, cuando se acabó, aprecié en serio, que lo cuento ahí en el libro, que es este trabajo para el Fondo de Población de Naciones Unidas, que me pagaban los viajes y que me permitió ir, qué sé yo, a 40 o 50 países a los que seguramente no habría ido de otra manera. Muchos lugares de África y de Asia que no habría conocido de otro modo, y en ese sentido ese trabajo fue una suerte. Pero ya antes de eso venía haciendo mucho de ese tipo de cosas. Me parece que en general, y no solo con respecto a viajar o no viajar, vivimos en un sector muy chiquito del mundo.

-¿Cómo es eso?

-Cada uno, digo, no solo por los países o por los lugares, sino incluso por el sector de la sociedad en el que uno se mueve. Vemos gente como uno, básicamente, gente parecida a lo que uno es, de tu familia, de tus amigos, de tu laburo, y después hay enormes cantidades de personas de las que uno no sabe nada de nada. Y justamente a mí si hay algo que me gusta del periodismo es que te da la patente de corso para asomarte a esos lugares que si no, no verías de ninguna manera.

-En una entrevista que hicimos hace años me dijiste que muchos de tus primeros viajes fueron poniendo la plata de tu bolsillo. 

-Si algún mérito tuve en eso, es en el empecinamiento de hacer lo posible por hacer ese tipo de cosas. El periodismo es una profesión, como hay otras, donde cuando vos haces bien algo, rápidamente te dan más plata para que dejes de hacerlo. En mi caso, si podía escribir buenos reportajes, buenas historias, el camino natural habría sido quedarme de jefe de redacción o de director de algún medio y ganar más plata y dejar de viajar. Entonces, lo que sí tuve es el empecinamiento de no aceptar ese camino.

-Hacés hincapié en que te importó más ganar tiempo que dinero.

-Siempre lo que más me importó fue ganar tiempo para hacer lo que me gusta. Entonces, nunca tuve un cero kilómetro, por ejemplo. Mi dinero lo quiero gastar en tener tiempo para hacer lo que me gusta, no en tener objetos o cosas así. Siempre tuve cuidado con no dejarme arrastrar por esa tentación de los objetos o de ese tipo de cosas para poder seguir disponiendo de mi tiempo. 

-Contás que tuviste que desprenderte de tu enorme biblioteca. 

-Cuando cerré mi última casa en Buenos Aires, que estaba en El Tigre, me deshice de muchos libros. Los quise donar a la biblioteca del colegio donde había ido, pero no los quisieron y entonces se los di a un vendedor de libros viejos para que se los llevara. Me quedé con unos cientos, los que me importaban realmente o porque eran de amigos o porque me los habían dedicado o porque eran libros que habían sido especialmente significativos para mí y los puse en unas cajas y están en un sótano en la casa de mi hijo. Quiero decir, cuando me fui a Buenos Aires hace 11 años o casi 12, me fui con una valija, no traje nada.

-¿Cómo leés ahora?

-Tengo algunos libros pero leo mucho en digital y cada vez que necesito leer o releer algo lo puedo encontrar bastante fácilmente en la web. No tengo una biblioteca significativa. Hace mucho que decidí que me gusta más leer en digital. Esto empezó por los viajes, porque uno de los problemas centrales cuando me iba de viaje era tener suficiente lectura. Entonces cargaba con libros y a veces me quedaba corto y a veces me sobraban. Cuando empezó a haber la posibilidad de llevarte 200 libros en un Kindle, para mí era una solución. Ahora me resulta más cómodo sentarme acá y leer los libros en la pantalla de la computadora que tengo delante que tener que estar agarrándolo y cuidándome de llevarlo, de traerlo, de lo que sea. Así que me resulta más cómodo leer en digital.

-Te hacía entre los puristas del libro de papel.

-El libro de papel fue un gran invento, extraordinario, uno de esos objetos que realmente cumplen maravillosamente con una función, pero también fue un gran invento la escalera: poner escalones uno detrás del otro es una genialidad, pero si yo quiero subir al piso 12 me tomo el ascensor. Hay que aceptar que las cosas pueden cambiar para mejor: tener en mi teléfono 500 libros me parece una gran mejora con respecto a que en un objeto que ocupa tres o cuatro veces más que mi teléfono haya un solo libro. Lo siento, pero me parece mucho más eficiente y atractivo, interesante. 

-Si tenés que elegir un libro de ficción de los que escribiste, ¿cuál elegís?

-El que más me gusta, el que más me importa haber hecho es La historia, una novela como de mil páginas en la que trabajé muchos años y que me sigue pareciendo, insisto, lo mejor que hice. Seguramente es uno de mis libros que menos se ha leído pero yo sigo teniendo un lugar muy particular, muy especial, para esa novela. 

-¿Estás escribiendo?

-Si: espero que se publique el año que viene o el próximo una especie de novela como multifocal sobre Buenos Aires, una rara construcción en la que hay muchos personajes que aparecen y desaparecen y la Ciudad es finalmente el protagonista. Sigo creyendo que escribí algunas novelas buenas, algunas novelas malas…

-…

-Pero me importa mucho más seguir escribiendo.

Los que leyeron este relato, opinaron...

Honestidad.

Las preguntas son bastante íntimas pero no escabrosas, y las respuestas son honestas, Caparros no las evade, no responde otra cosa.

Nilda