Kike Ferrari, y yo me alejo más del suelo

En marzo se publicará una nueva novela de Kike Ferrari, un escritor identificado con el género policial pero que en su nuevo libro mezcla la historia cultural del país con un Borges a punto de suicidarse. Se titulará Si estás leyendo esto.

Por Alejandro Ducchini

Entre las buenas novedades editoriales que traerá el comienzo de este año se encuentra, sin dudas, Si estás leyendo esto (a través del sello Tierra firme, del Fondo de Cultura Económica), novela de largo aliento de Kike Ferrari, una de las más importantes nuevas voces del policial argentino. Sin embargo, esta vez mezcla lo policial con la aventura. El eje de la historia -ya leída por el autor de esta entrevista que sigue- es Jorge Luis Borges y un intento de suicidio en 1935. Ferrari imagina un país -el nuestro- a partir del revólver que entonces utilizó Borges. 

-Empecemos por el final de Si estás leyendo esto: hay una lista increíble de libros que utilizaste para escribir esta novela. ¿Todos esos los leíste?

-Bueno, hay un montón que ya había leído. Pero incluso esos los tuve que revisar, por lo menos, porque para el laburo que quería hacer hacía falta tenerlos más o menos frescos. Hubo otros que sí, que tuve que leer para la novela. Por eso también fue un trabajo tan largo en términos de lo que yo tardo en escribir.

-¿Cuánto tiempo te llevó escribir esta novela?

-Estuve dos años y medio, casi tres. Gran parte de los cuales me puse monomaníaco. Pasé mucho tiempo con la cabeza puesta casi exclusivamente ahí. Fue un laburo de mucha lectura, lo cual es muy interesante. Pero me costó salir después, sobre todo en los primeros meses posteriores a terminar de escribir, porque seguí corrigiendo casi un año más. Estuvo buenísima la experiencia, pero como todas esas experiencias tan intensas, no querría hacerlo otra vez. 

-Me habías dicho que tenías miedo por cómo quedaría el libro. ¿Por qué?

-En general tengo algunas dudas con algunos libros, cuando me pongo más pretencioso, en la peor acepción de pretencioso. Me da miedo que no me alcance lo que tengo como narrador, que la idea me quede grande. El problema con este libro en particular es que durante muchos, muchos meses, digamos un año y medio o así, ni siquiera estaba seguro de que se fuera a dejar escribir, de que fuera a poder terminarlo. Era tanto lo que pasaba dentro del libro y las cosas que tenía que cerrar y lo que me faltaba todo el tiempo, lo que me faltaba por contar, pero también por leer para aplicar a la historia. Para colmo, no fue escrito en orden. El capítulo 23 lo escribí cuarto, el 6 lo escribí al final, y así. Entonces todo el tiempo me faltaba mucho por leer y tenía muchas líneas abiertas. Eso me llenó de dudas. Cuando esa curva más o menos pasó, la otra preocupación era que, en esta intención de escribir una historia de aventuras que fuera también una suerte de ensayo histórico de la novela argentina o de la literatura argentina, no le interesara a nadie, que estuviese escribiendo un libro que me interesara a mí solo.

-¿De dónde partís para escribir libros?

-Escribo los libros que a mí me gustaría leer, y si después tienen otros lectores, buenísimo. Y si no los tienen, mala suerte. Pero en este libro caí en una trampa: me tomó un montón de trabajo, un montón de gasto en guita por la cantidad de libros que compré. Tenía miedo de que no me quisieran publicar. Que lo leyeran y me dijeran “te volviste loco, esto es impublicable”. Sentía que eso podía pasar. Entonces eran esos miedos. 

-¿Por qué Borges como centro de la historia?

-Primero porque un país que tiene a Borges, tiene una tradición literaria; la literatura de Borges es una tradición en sí misma. Había escuchado una referencia a un libro de María Esther Vázquez en el que ella contaba sobre ese intento fallido de suicidio de Borges en el 35. Me metí más en el tema y se me ocurrió pensar qué hubiese sido de ese revólver, quién lo tuvo luego, de dónde venía. Ese fue el comienzo. Cruzarlo con la historia de la literatura argentina. Así se fue armando. Al principio iba a cruzar el tema con cuatro o cinco escritores, como Borges, Arlt, Walsh, Gallardo… pero a medida que lo fui pensando se fue complejizando un poco. Releyendo a Borges  volví a el escritor argentino y la tradición y pensé que había un debate pendiente, una actualización de las ideas de Borges en ese ensayo. Y así, mientras leía y escribía, me puse a reflexionar sobre la literatura argentina y la del Río de la Plata, y sus usos, y la importancia de los géneros populares; en Borges como centro gravitacional para la literatura de vanguardia, pero también para los géneros populares, en fin, toda una serie de ideas que tengo alrededor de la literatura. Y la única manera que conozco para expresar eso era a través de la ficción. Entonces decidí poner todo ahí, de esta manera: en una novela de aventuras, alrededor de este objeto mítico, que es el revólver de Borges.

-¿Sos muy admirador de Borges?

-Mucho. Es un escritor total. Tuve, como todos, un momento antiborgeano, que es el momento pre-Borges, antes de leerlo, cuando lo veía como referente de todo lo feo: aristocrático, tradicionalista, gorila. Pero cuando agarrás Ficciones no hay ningún prejuicio que aguante su lectura. Todo lo que se piensa antes se desmorona y queda el escritor. 

-¿Qué es lo que más te gusta de él?

-Es brutal cómo escribe todo cortito, como si cada palabra tuviera un sentido oculto, una segunda lectura. Su nivel de composición es muy muy preciso. Un gran dominio del narrador, de los puntos de vista, de la segunda historia. Entonces me fui haciendo más hincha. Además me dio el título del libro con el que me fue mejor, Que de lejos parecen moscas. Y, es justo reconocerlo, Piglia me hizo más borgeano.

-Mencionás a Piglia: le dedicaste este libro a través de Renzi ¿Qué incidencia tiene Piglia en tu forma de escribir o pensar?

-No hay día que no lo resignifique. Cada semana me parece que es mejor escritor o mejor lector, alguien que ve cosas que los demás no vemos. En ese sentido, pienso lo mismo de Borges. Y cuando entrás en ese sistema de pensamiento, en esa lógica que podríamos llamarla pigliana, empezás a encontrar otras conexiones. Hay una cosa en la forma de leer de Piglia que es extraordinaria y que te modifica como una luz nueva sobre los objetos que ya conocés. Pero además es un narrador extraordinario, terriblemente programático. Me gustan los escritores programáticos: si no tenés un plan para lo que escribís, el plan se escribe solo, porque escribe la voz. El tipo tenía un proyecto claro para cada libro. Es claro lo que quiere en La ciudad ausente, es claro lo que quiere en Nombre falso, es claro lo que quiere Respiración artificial. Me parece que es un narrador extraordinario y es un tipo capaz de leer como casi nadie más en este país.

-¿A qué te referís con programático?

-Yo lo defino así: cuando escribís con un plan, no es que escribís una historia y nada más. Cuando escribí Que de lejos parecen moscas, quería entrar en el circuito literario, no comercial, en el circuito de la lógica de pensamiento, la lógica de narración del género negro, y fui a buscar eso, saqué todo lo que no me sirviera y dejé nada más que lo que me servía. Hay un plan, hay un proyecto literario, hay una poética atrás de lo que uno va a buscar. Quienes escriben sin eso, la poética la pueden tener igual, sólo que como son inconscientes, como que el sentido común, el tono de época  escribe por ellos. Yo prefiero saber qué es lo que busco, me parece que es mejor, no siempre supe. Hay libros en los que no sabía lo que estaba escribiendo y me enteré después, pero prefiero cuando lo sé, y eso es un aprendizaje de Piglia. 

-¿A quiénes considerás tus maestros literarios, aparte de Borges y Piglia?

-El escritor más importante de mi vida no como lector sino como escritor es Paco Taibo II. Paco es la figura más relevante para mí como escritor, más que Hemingway, porque me agarró cuando yo ya no era sólo un lector, ya escribía cuando lo conocí. Paco es otro ejemplo de un escritor programático y no tiene vergüenza con eso. Onetti también era programático, pero se hacía el misterioso, se hacía el romántico: “no, vienen las musas”. Bueno, Paco no hace eso, Paco explica lo que quiere hacer y por qué lo hace, y su programa literario es una literatura cada vez más compleja, cada vez con más capas de sentido, en muchos sentidos barroca, con grandes niveles de dificultad en la narración. Y en su programa esa dificultad debe ser del escritor, no del lector. Entonces su literatura parece sencilla pero no lo es. Es el tipo en el que yo encontré más claro el empaste entre ficción y realidad, cómo las cosas empiezan en un lado y terminan en el otro. Todo eso me parece extraordinario, más allá de él como persona. Paco es el tipo que vino a traerme una serie de novedades a las que yo no hubiera llegado o hubiera tardado muchísimo en llegar, porque requerían muchas líneas que él unificó. Entonces, bueno, a partir de él fui a esos otros lugares, su laburo y sus lecturas condensaron la información que yo iba a necesitar en esta segunda etapa de mi vida como escritor.

-¿Por qué hablás de segunda etapa?

-Porque hay una primera más inocente. La del primer libro, la de los cuentos, cuando todavía no tenía mucha idea de lo que quería escribir. Tenía las mismas manías y las mismas obsesiones. Pero, por ejemplo, ahora, con este libro, lo que vengo a decir es: acá es donde creo que abrevan la vanguardia y la literatura popular en este país. Ahora tengo más claro qué quiero escribir: esta es la segunda etapa. Tiene que ver directamente con la etapa en la que alguien me empezó a leer. A mí, hasta Que de lejos parecen moscas no me leía nadie, y después ya tuve algunos lectores. Eso hace una diferencia a la hora de sentarte ante la máquina, a la hora de pensar los libros. 

-¿A esta última novela la definís como policial? 

-No lo sé. ¡Tengo un lío con esta novela! Creo que sí, pero a la vez es una novela de aventuras. Los géneros populares son así, son porosos. También de eso va la novela: de la hibridación de las formas literarias. El modernismo pulp de Fisher. Pero sí, si tuviera que definirla diría una novela de aventuras noir, un policial de investigación.  

-¿Qué diferencia ves entre la novela policial y la novela negra? 

-El policial tiene más que ver con la investigación, con conocer una verdad, o establecer alguna clase de justicia, o volver a algún momento del orden anterior, digamos, un orden roto: alguien se robó algo, alguien mató a alguien, no importa, y entonces hay una investigación que trata de reponer el orden. La novela negra no trata de reponer ningún orden, la novela negra está segura de que no hay ningún orden y tiene violencia, crimen puro. La novela policial no es una novela del crimen, sino de la investigación, de alguien que va detrás de algo de lo que ni siquiera sabemos si hay delito o no. La diferencia central entre el policial y el género negro es esa: una trata sobre la investigación y la búsqueda del orden y la otra sobre violencia y crimen.

-Hace unos años, cuando te hiciste más conocido, se te destacaba por ser además de escritor, un empleado del subte. ¿Qué queda de aquello?

-Me dio la sensación de que aquel era un personaje al que había que entrar y luego salir. Un día apareció eso y sucedió, yo no lo pensé como un plan. Imaginate que si me hubiera dado cuenta que mi condición de laburante del subte y escritor me iba a dar ciertos niveles de popularidad que me permitirían vender más libros o venderlos mejor, lo hubiera hecho antes. Cuando sucedió tuve un primer momento que estuvo bueno, que era entretenido: salía en la tele, me reía con amigos. Pero me sirvió para que me conocieran: Random me vino a buscar porque salí en un diario. Pero ojo que eso no es una rareza: los trabajadores producimos cultura y además escribir es un trabajo. Estuvo bueno pero enseguida me dio la sensación de que había que salir de ahí, que ese no era un lugar en el que quedarme. Me interesa ser leído porque guste lo que escribo. Así que en la solapa de los libros ese dato fue apareciendo menos y en ésta directamente no aparece que trabajo en el subte, aunque ahí sigo. 

-¿Seguís formando parte del movimiento gremial del subte?

-Sigo siendo parte del sindicato que defiende los derechos de los trabajadores del subte. Vivo con la tranquilidad de saber que mi trabajo me paga un sueldo que me permite más o menos vivir en esta Argentina. Trabajo seis horas, seis días por semana, y sé que a las dos de la tarde me voy a mi casa y entonces tengo tiempo vital para hacer otras cosas, entre ellas escribir una novela durante dos años y medio en modo maniático. Eso tiene que ver directamente con que tengo la suerte de haber caído en el subte y no en otro lado. Si yo hiciera el mismo trabajo pero limpiando un colegio ganaría la mitad, trabajaría diez horas y tendría la posibilidad de que me echen en cualquier momento; entonces mi capacidad para escribir estaría francamente reducida. Así que creo que la verdad de la milanesa, la verdad de la relación entre mi trabajo como escritor y mi trabajo como asalariado tiene que ver con eso, con los Metrodelegados, con este piso de derechos que tenemos ganados a través del tiempo y que me permiten escribir con tranquilidad. Todos los trabajadores de este país tendríamos que tener un laburo más o menos estable que nos permita vivir y que nos dé tiempo para pasar con nuestras familias o hacer las cosas que nos guste hacer. Estaría buenísimo si los vagones del subte B no tuvieran asbesto y no nos matara. Esa pelea también la estamos dando, y si logramos avanzar con la desasbestización, será mucho mejor.

-Ahora que la novela sale a la calle, ¿qué vas a hacer?

-Marzo será un mes para disfrutar. En la Legislatura me darán un premio, y además de la salida del libro, estará listo un documental ficcionado que se llama El piletero, el metrodelegado y el cadáver, que coprotagonizo con Félix Bruzzone. Sí, marzo va a ser muy movido.

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