Becerra: “Quizás los dispositivos de lectura son más amigables con la literatura que los propios libros”

El escritor Juan José Becerra, en diálogo con Azimut, habló de sus costumbres literarias y de lo que significa escribir y leer en la actualidad. “La literatura no está para competir en velocidad con nadie, está para correr fondo, es maratonista”, dijo. 

“Estuve escribiendo una novela. Estoy en un momento de zozobra pero a la vez es un momento de placer. No sé cómo seguiré, estoy como a la mar: me gusta fantasear con que una persona que escribe es capaz de convertir su delirio en una ficción”, dice y abre la entrevista Juan José Becerra. Escritor de los mejores, por lejos. Fenómenos argentinos, El espectáculo del tiempo, El artista más grande del mundo, ¡Felicidades!, Amor. Apenas algunos ejemplos.

Nacido en Junín hace 59 años (15 de junio de 1965), Becerra habla desde su casa en la zona de Gonnet, al sur de la provincia de Buenos Aires. Por videoconferencia, la charla durará casi dos horas. Un crack, en todo sentido. Vale como aclaración que Becerra es a la vez que novelista, un gran ensayista. Sus textos pueden leerse en La Agenda BA o ElDiarioAr. Su acidez para contar la realidad es de lo mejor que se lee en estos tiempos. Para comienzos del año próximo es posible que se publiquen dos novelas suyas a la vez: una vinculada a la otra.

-Me asombra que las notas que escribo en ElDiarioAr sobre Milei interesen más que aquellas que me interesan a mí. Escribo sobre Milei de forma más analítica, un poco en joda, no tan periodística. Pero si hago una nota sobre Ripley, la leen 10 mil con suerte. El interés hoy está puesto en un repertorio al que el periodismo se fue desplazando. Es muy loco que lo que más interesa acá, después del fútbol, sea la política. Y para mí tiene más onda que la gente salga de la locura. Por eso me parece que toda la descarga de guita va a parar al periodismo político y a los operadores. Entonces la guita va a los que hacen fake news. Lo que antes era interesante en el mundo del periodismo, ya no interesa.

-¿Escribir novelas te aleja de eso?

-Escribir novelas para mí es la situación ideal, siempre y cuando sienta que no estoy obligado a pensar y que vea que las cosas no están corriendo. El escribir es alcanzar una especie de liviandad, de soltura, que tiene que ver con el fluir. El placer que da la actividad, la velocidad mental para escribir cosas que solo se me ocurren ahí. Sentir que es un viaje sin pérdida, que no tiene sentido la acumulación. No quiero sentir que acumulo mientras escribo. Todo lo que hago, lo hago para ese momento en el que siento que no hay responsabilidad ni sentido. Voy acumulando, sí, pero pierdo el sentido de la acumulación. Esa es la gracia. Cuando termino de escribir, lo que tengo, claro, es lo acumulado. Pero hacerlo por placer, sin comprometerte con un criterio definido, que genera una sensación de libertad. 

-¡La libertad avanza!

-Está buenísimo que la libertad avance… si fuese cierto.

-¿Tenés rutinas para escribir?

-Trato de que escribir ficción sea lo primero que haga en el día, salvo que tenga un compromiso impostergable. A la mañana me siento más descansado, como con el deseo nuevo del día. Es una costumbre, pero no es que sale siempre. Tampoco me gusta mucho pasarme de disciplinado. Porque a veces eso se convierte en algo oficinístico, y no me gusta mucho eso. Si no tengo ganas de escribir, no escribo, pero por lo general tengo ganas de escribir todos los días. 

-¿Qué estás leyendo?

-Como estoy dando un curso, porque me gusta armar cursos que me permitan leer cosas pendientes, y el tema en este momento es Shakespeare, estoy leyendo Harold Bloom, que no lo había leído. Por el curso es que armo como porvenires de lecturas. También estoy leyendo Y zonas aledañas, de Esteban López Brusa, una novela que está buena. Me gusta su manera de extraer niveles de la vida cotidiana que pasan desapercibidos, justamente porque están automatizados. Esta novela detecta a nivel imperceptible de la vida cotidiana aquello que protagoniza la vida cotidiana. Se detiene ante aquello a lo que uno pasa de largo.

-Entre tus columnas y guiones y otros trabajos vinculados al mundo editorial, ¿cuánto dedicas a la literatura?

-A la literatura no te podés dedicar si no le das un tiempo que no le das a otra cosa. La literatura es puro tiempo. Yo no asumo ningún compromiso cuando escribo. Con nada, con nadie, ni con lectores imaginarios, ni con fantasmas de censura. Es brutalidad total. Así vale la pena.

-Solés apelar al humor en tus textos…

-Cuando una persona escribe con humor, se está haciendo humor a sí mismo. Es como hacerse un chiste a sí mismo. Cuando hago humor, lo registro como un momento placentero. Es curioso que el humor se haya desprestigiado. Cervantes, Borges, Joyce hacen humor. Y la literatura argentina es bastante seria. Aira, que es el menos serio en ese sentido, reniega de su falta de seriedad: está esa novelita “Cómo me reí”. Siempre pensé en el factor serio del arte; es un factor bastante extendido en el arte: la seriedad, el drama, la tragedia. ¿Qué pasa cuando uno se ríe? El cuerpo se encarga de relacionarse con el humor. Se borra la presencia del pensamiento: uno no piensa el humor, se ríe, es como una descarga placentera. El chiste es como la tos: lo escuchás y te reís. Después se ve si ese chiste es para el INADI, que no existe más. Y después viene el remordimiento, que es como el pensamiento. Una persona que llora porque vio algo no está pensando. Después pensará por qué se puso a llorar. El pensamiento, diría, tiene su costado represivo.

-Hablando de chistes, solés tomarte con humor la seriedad impostada de Luis Majul.

-Si, lo disfruto. Me interesa mucho la política, la sociedad, la Argentina. Me gusta hacer esas intervenciones. Lo que no me gusta es eso de armar credos sobre lo que ocurre, tener un discurso. Si bien tengo una posición, no me gusta tener un discurso. Siento que si tengo un discurso, el discurso me tiene a mí, me siento atrapado. Prefiero hacer intervenciones menos serias, menos informadas, pero que se note que hay una persona detrás de ese texto. Me gusta escribir sobre Majul porque es una figura que todavía no puedo creer que exista. Y no puedo creer en lo que lo hace existir: que es su público. Me llama la atención ese pacto como de circo criollo, de juguete: ¿cómo le van a creer a Majul? Es de locos. A veces me pongo pesado con él, y tal vez es un tipo bárbaro, pero no puedo creer la facilidad con que distribuye esas esporas de infección informativa. ¡No puedo creer lo fácil que la tiene! A veces pienso que este tipo no tiene la culpa. El que tiene la culpa es el que se sienta a verlo. Te juro que a veces pienso eso. ¿No son personas más o menos preparadas, con alguna formación, para resistirse a ese oleaje? Eso me sorprende. En la literatura mentís, hasta en tu casa podés mentir. ¿De qué depende que Feinman no le mienta más a la gente, o Majul o Trebucq…? Hablo de esta delantera de metegol porque están pegados, parecen una sola persona, de tres cabezas. Depende de ellos que no mientan más. Es una cuestión de uno. Así funcionan hoy las expendedoras de sentido, y quien lo recibe está cada día que pasa en un estado de debilidad mayor. Bueno, que les vaya bien, qué sé yo…

-¿Qué rol ocupa la literatura en la actualidad?

-Creo que un lugar marginal. Primero, trato de distinguir los libros de la literatura. Tengo presente que me dedico a la literatura, una disciplina marginal, intensiva, ojalá que siga durando su profundidad. Su existencia depende de la hondura a la que pueda llegar. Es marginal para minorías que en algún momento filtraba al periodismo, y ahora tengo mis dudas de que eso ocurra. ¿Por qué la literatura no conquista más lectores? Porque la competencia que se da a nivel de los libros es muy despiadada, vertiginosa, y la literatura no está para competir en velocidad con nadie, está para correr fondo, es maratonista. Pero a la vez, nunca se leyó ni se escribió tanto como hoy. Todo el mundo hoy es escritor. La persona que no se interesaba en escribir antes de estos dispositivos que obligan escritura, hoy son escritores. Mi tía, mi abuela, el somalí, el chileno, todos. Todos han sido empujados hacia una supuesta necesidad de escritura. Ahí tenés personas que escriben todo el tiempo. Por ahí no son novelas, pero escriben más de lo que se exigía socialmente hasta hace 20, 30, 40 años. Se escribe bien, se escribe mal, se lee bien, se lee mal. La literatura tiene que competir contra eso: ¿y cuál es el problema? Medio que a la literatura le chupa un huevo todo lo demás. 

-Además hay más opciones de lectura que antes.

-Quizás los dispositivos de lectura de hoy son más amigables con la literatura que los propios libros. El libro es el anfitrión de la literatura. Pero la literatura no tiene por qué vivir en un libro. De hecho, siempre vivió en el aire. La historia del libro no es la historia de la literatura: es la historia del libro. Creo que la literatura es una disciplina aérea, puede vivir sin libros. Puede haber mucha literatura buena sin necesidad de estar atrapada en un libro. La persona que escribe no escribe porque tenga dones o le guste la escritura, escribe porque encontró un camino hacia algo con lo que puede ilusionarse. La literatura es un elemento que nos crea la ilusión de que algo se puede entender. Hay gente que apunta a eso desde otras cosas, como el tipo que quiere llegar a la cumbre del Everest. No le demos tanta importancia a la literatura, para que lo siga siendo. Si me preguntás a mí, te digo que no hay nada mejor. Pero comprendo que su importancia es muy relativa. Y la prueba es que a mí me importa y a la mayoría, no. Lo importante es el viaje de la persona que escribe o lee rumbo a una ilusión de entendimiento. ¿De qué? De lo que ande suelto por ahí, que es casi todo.

Los que leyeron este relato, opinaron...

Interesante nota

Desconocía a Becerra. Me resulto muy ingeniosa su opinión acerca del Majul delantero de metegol y su desmitificación del libro papel como heredero único de la literatura. Qué se yo, el papel sucumbirá con el paso del tiempo por caro, demodé o antiecológico; espero, debido al mismo proceso, que la herrumbre carcoma los ejes de tanto mercenario mediático.

Gustav

Aérea, libre y que ilusiona

Esa mirada sobre la literatura como disciplina aérea me hizo conectar con las historias contadas alrededor del fuego. Historias libres, compartidas.

Me gustó lo de la apertura a crear ilusión tanto para quien “lee-escucha” como para quien “escribe-cuenta”.

Norma