Rita Zanola, el otro lado del complejo mundo literario

Prensera, descubridora de nuevos escritores y organizadora de festivales de primer nivel, recuerda hermosos momentos personales vividos en los márgenes de los libros.

Rita Ana Zanola tenía alrededor de 40 años cuando dio un giro a su vida profesional. Había quedado atrás su carrera como empleada administrativa; lo que le interesaba desde entonces se vinculaba a sus estudios universitarios y gustos personales: el periodismo y la literatura. Así que para 2012 -y ya como autora de Cinemanía, revista que se repartía en cines y que gestionaba ella misma para La Nación- contactó al director del festival de novela policial BAN! Buenos Aires Negra, el escritor Ernesto Mallo, y empezó a trabajar con él.

El vínculo se extendió hasta la edición de 2019, luego de la cual la pandemia por Covid 19 obligó a su suspensión. “Fue una experiencia fascinante”, dice. En estos años, Zanola también trabajó en la organización de la Noche de las librerías, del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires; y en el encuentro literario Pasión Redonda, que apuntaba a promover la literatura deportiva.

Con los años sumó más festivales e hizo prensa de editoriales y de nuevos escritores. Su trabajo es a las sombras. Y desde esas sombras vio cómo empezaron a desaparecer publicaciones en papel: sus lugares los ocuparon las redes sociales con sus influencers: “Ahora es más difícil hacer prensa: hay menos medios y más aplicaciones”, le dice a Azimut en el comienzo de la charla.

Aún se aferra al periodismo tradicional a través de su revista-blog Noticias Editoriales (@noticiaseditoriales), que hace tantos años arrancó con una colega para difundir publicaciones de libros y nuevos autores. “Anunciábamos todas las novedades”, recuerda. Pero, sabe, ya nada es igual. “Hoy se publican tantos libros y en tantas plataformas que es imposible reseñarlos a todos. Sin embargo, los que puedo reseñar, los reseño”, dice.

Rita Zanola no para de escribir gacetillas ni de leer ni de incentivar festivales literarios. Uno de los últimos fue el Urgente, organizado por la periodista Silvia Mercado. Charlas públicas de periodistas para público variado. “La idea fue que hablen autores de libros periodísticos de distintos ámbitos, como el político, el económico o el deportivo. Salió hermoso”, sonríe antes de avisar que se repetirá el año próximo. “Escuchar las charlas entre colegas es genial”, opina. Y hay otro igual de emocionante: el Oscuro Total aglutina a escritores y lectores con temáticas de terror, policial y ciencia ficción. Demonios. Exorcismos. Crímenes satánicos. Distopías.

Alguna vez, se jacta, con Mallo juntaron a escritores y músicos en el marco de algún festival literario. Una de esas veces subieron a un escenario al cantante Richard Coleman y a la escritora Mariana Enríquez: “Eran fans entre sí y no se conocían y fue una charla muy  linda”, recuerda.

Mantenerse en el rubro literario no es sencillo, sobre todo cuando se trabaja en soledad. Muchos de los prenseros suelen trabajar en equipos o duplas. Las tareas son arduas: hay que leer el libro que se va a promocionar, redactar gacetillas, enviarlas a los medios, coordinar entrevistas con los autores para difundir lo que escribió, buscar luego la nota publicada y armar la carpeta con los resultados. Eso, como punto de partida. Después hay cosas aleatorias, como ir a festivales, informarse sobre qué novedades hay en el ambiente, mantener contactos periodísticos además de hacer nuevos. “Es muy compleja esta parte del mundo literario. Hay que estar en él para saber bien de qué se trata”, sonríe.

Vivir la literatura desde sus fronteras es una experiencia “de aprendizaje y de errores al mismo tiempo”. Dice Zanola que sólo en el campo de batalla se ven detalles que desde afuera son imposibles de observar. Entre ellos, autores charlando con los lectores: “Me encanta ver cómo escucha el público. Sobre todo porque el público argentino es muy particular. Es de los pocos que hacen preguntas a los escritores y que, además, disfrutan del momento”. Sostiene también que es la literatura la que puede conservar los encuentros personales en lugar de los digitales, tan comunes en tiempos de inteligencia artificial y videoconferencias. “No hay tecnología que pueda reemplazar el encuentro entre personas”, dice. “Por eso tenemos que cuidar a nuestros espacios culturales y a nuestros autores”.

Resalta la diferencia entre las editoriales pequeñas y las grandes o multinacionales, “que son las que no le dan tanta importancia a sus autores. Ponen sus libros en las vidrieras y enseguida los reemplazan por otros. En cambio, las editoriales chicas trabajan mucho más sobre la obra de un escritor”. Así descubrió una larga lista de autores argentinos de ciencia ficción, terror y policiales, un género siempre con grandes exponentes. “Argentina es muy prolífica en la narrativa, pero en la policial es imparable”, comenta. Aún se acuerda de cuando Mallo propuso que el Buenos Aires Negra tenga encuentros literarios fuera de lo común, “imaginativos”. Entonces convocó, además de profesionales de la criminología como forenses, jueces y policías, a Hugo La Garza Sosa, el recordado compañero del Gordo Valor, para que hable ante lectores. “Sosa contó cosas que no había contado antes y fue fascinante escucharlo”, valora. En aquellos encuentros, rememora, hablaron en público todo tipo de criminales. Y nadie salió indemne tras escucharlos.

Dice que si le gusta el género policial es porque, entre otras cosas, “en todos los países sirve para mostrar el lado B de las sociedades”. “En todo el mundo hay mucho para contar desde el ámbito criminal: corrupción, suicidios, asesinatos. La novela negra tiene ese potencial”.

Tiene una larga lista de escritores preferidos y otros que, de perfil más bajo, van camino de serlo. Hugo Alconada Mon, Reynaldo Sietecase. O Matías Bragagnolo, Martín Doria, Pablo Martínez Burkett, Gastón Intelisano, Enzo Maqueira, Hernán Domínguez Nimo, Kike Ferrari, Nicolás Ferraro, Guillermo Orsi, Miguel Molfinoy Emilse Mancebo. O el rosarino Ciro Korol, un periodista que acaba de publicar Un árbol para John Berger y otras crónicas, una suerte de relatos sobre su encuentro con el autor británico, sus vivencias en territorio ruso y su experiencia de internación en un manicomio. “Lo irrisorio -explica Zanola- es que él cuenta que en 2023 los mismos locos entendieron el peligro que se avecinaba con el triunfo electoral de Javier Milei”.

Ahora Zanola proyecta ampliar su trabajo. El objetivo de crecer implica trabajar en servicios editoriales como edición y maquetación de libros, corrección de textos y un amplio etcétera. “Al menos en Latinoamérica hay mucho material y muy muy bueno que se puede mejorar. Hay varios nichos a cubrir que resultan inimaginables”, y ejemplifica con una editorial que publica solo escritores africanos y otra que apunta a los autores coreanos.

-¿Y para cuándo tu propia editorial?

-Me encantaría. El tema es el armado, conseguir el capital. No sé si este es el momento para hacerlo si se tiene en cuenta la coyuntura nacional, pero en algún momento saldrá una editorial. O eso espero. Sigo pensando que lo mejor es juntar a la gente de la comunidad, sobre todo en estos tiempos en que a la cultura, y también a la salud, se le pega tanto tanto tanto. Hay que salir a defender lo que ganamos.

Los que leyeron este relato, opinaron...

No hay ninguna opinión todavía. ¡Escribe una!