Ensayo sobre el libro “Nexus”, del filósofo e historiador Yuval Noah Harari
(Elaborado con el apoyo de inteligencia artificial)

Por Carlos Costa
En su libro De animales a dioses (Sapiens), Yuval Noah Harari plantea una de las ideas centrales de su pensamiento: los seres humanos no dominaron el planeta por su fuerza o inteligencia individual, sino por su capacidad colectiva para creer en mitos compartidos. Esta habilidad para construir ficciones comunes —religiones, naciones, derechos humanos, corporaciones— permitió a Homo sapiens cooperar en grupos inmensos, mucho más allá de los vínculos biológicos que unen a otras especies.
Los mitos no son mentiras, sino estructuras simbólicas que nos permiten organizar la realidad. Sin ellos, la cooperación compleja sería imposible. Dos desconocidos pueden colaborar porque ambos creen en el dinero, en una constitución o en una bandera. Estas ficciones son tan poderosas que determinan el curso de nuestras vidas, aunque no existan en un plano material. Para Harari, esta facultad de imaginar colectivamente es el verdadero superpoder del Homo sapiens.
En este sentido, la literatura no es una simple forma de entretenimiento ni una expresión artística secundaria: es uno de los talleres donde se fabrican y refinan esos mitos. Desde las epopeyas orales de la prehistoria hasta las novelas contemporáneas, los humanos han utilizado los relatos para crear sentido, transmitir valores, justificar normas y consolidar identidades. Las historias que contamos sobre nuestro origen, identidad y destino moldean nuestra manera de vivir y entender el mundo.
Aunque Heródoto y Platón ya mostraban cierta conciencia sobre la ficción, no fue sino hasta el siglo XVII, con el proceso de secularización, que se estableció una distinción explícita entre la literatura y otras formas de discurso, otorgando a los escritores un nuevo lugar en la sociedad. Esta separación proporcionó una ventaja adicional: permitió a la literatura cumplir una función reflexiva y crítica frente a los mitos vigentes.
Es evidente que los mitos se transmiten y se sostienen a través de redes de comunicación entre seres humanos. Por eso, un cambio en la forma de comunicarnos implica una transformación en todo el sistema simbólico. A partir de esta premisa, Harari desarrolla en su libro más reciente, Nexus, un análisis del desarrollo de las redes de información desde la Edad de Piedra hasta la era de la inteligencia artificial.
Según el autor, las nuevas tecnologías de datos están creando una forma distinta de organizar la realidad, cargada de enormes riesgos y oportunidades. En este contexto, la literatura puede entenderse como una red primitiva pero poderosa: una inteligencia narrativa colectiva que ha tejido el entramado simbólico de la civilización humana. Y frente a la irrupción de la inteligencia artificial, tal vez siga siendo una de nuestras mejores herramientas para imaginar futuros posibles y preservar ese fenómeno singular que es la conciencia.
Harari advierte que la inteligencia artificial moderna representa una forma de inteligencia ajena: puede procesar información y tomar decisiones sin depender del juicio humano. Tiene la capacidad de insertarse en redes, influir en ellas y generar efectos reales sin un control humano efectivo. Ya está creando mitos, realidades virtuales y comunidades de seguidores. No es un peligro hipotético: está ocurriendo ahora.
En cierto sentido, los libros ya eran una forma de inteligencia artificial primitiva: poseen conocimiento autónomo y pueden influir en nuestro pensamiento sin necesidad de contacto directo. La literatura es el terreno natural donde nacen las ficciones. Obras como El Quijote o Hamlet crean personajes y conflictos que siguen estructurando nuestras ideas sobre el yo, la locura, el honor y el poder. La literatura no solo refleja la realidad: la crea.
Podemos pensar en la literatura universal como una vasta red narrativa. Cada obra se enlaza con otras: Borges con Kafka, Cervantes con Ariosto, Toni Morrison con Faulkner. Esta intertextualidad es comparable a los hipervínculos de internet. Al leer, activamos una red interna y cultural que nos permite interpretar la realidad desde múltiples perspectivas. Harari sostiene que la fuerza de una red reside en su capacidad de crecimiento exponencial. Y eso es precisamente lo que la literatura ha hecho durante siglos.
Con la revolución digital, los algoritmos ahora pueden manipular las emociones humanas —especialmente las negativas— para mantenernos enganchados a las redes sociales. La literatura también puede influir en nuestras emociones, pero lo hace de forma reflexiva: no para controlarnos, sino para hacernos conscientes de los mecanismos de control. Obras como Fahrenheit 451 o Rebelión en la granja son críticas a los usos totalitarios de la información. Leerlas activa una forma de resistencia mental frente a las manipulaciones modernas.
Si la inteligencia artificial puede escribir novelas, ¿qué lugar queda para la literatura humana? Harari señala que los sistemas algorítmicos podrán imitar el estilo de cualquier autor, pero lo que no pueden replicar es la experiencia subjetiva. La literatura seguirá siendo relevante mientras existan seres humanos que necesiten expresar lo inefable. La obra de Elena Ferrante o de Chimamanda Ngozi Adichie transmite emociones profundamente humanas que ningún algoritmo puede experimentar.
Nexus nos obliga a repensar el rol de la información en nuestras vidas. Si bien Harari se enfoca en los peligros y posibilidades de la IA, sus ideas iluminan también la función más profunda de la literatura: ser una red humana, viva, crítica y creativa. Mientras sigamos leyendo, escribiendo y narrando, estaremos cultivando una forma de inteligencia colectiva que nos distingue de las máquinas.