Exceso de sal
Hamburgo, 1935
—¿Me permite sus documentos? ¿Pasaporte? Gracias… ¡Cuánto deseaba conocerla Frau Manson! ¿Le gusta vivir en esta ciudad? Yo la prefiero, Berlín es demasiado grande, Hamburgo es más acogedora, más alemana que la propia capital. Sabemos que está un poco lejos de su marido y de su hija, pero le prometo que tendrá fines de semana ampliados, para que pueda reunirse con la familia. ¿Le parece? … Bien, comencemos. Esto lo deberíamos haber realizado a su arribo, pero es que ¡hay tantas cosas que transformar que uno no sabe por dónde empezar! A ver, a ver… ¿qué tenemos por acá? —el burócrata del gobierno rebuscó entre varias carpetas—. Aquí está la suya. Repasemos: Amalia Manson, nacida en Buenos Aires, Argentina… lindo país ese, ¿no? hija única de tatata… casado con…. mmm…, padre Capitán de Bomberos, madre ama de casa, estudiante brillante… ¡ya lo sabía, me han hablado maravillas de usted! Ganó una beca, Universidad de Berlín… un empleo en el Instituto, casada con Aaron Swanton, de nacionalidad británico, una hija llamada Gertrud Swanton. ¡Qué hermoso nombre! ¿Cómo se les ocurrió? ¿Simplemente por fonética? Lanza fiel quiere decir. Nombre de nuestra cultura folclórica. ¡Bravo! —se puso de pie y aplaudió como en el teatro—. Continuemos… estuvo en el frente, en Arrás. Frau Manson o Swanton, como prefiera: es usted una persona imprescindible para reconstruir Alemania. Bien, veamos ahora las categorías raciales, ¿le parece bien? Como usted sabrá, hoy en día una persona no es alemana por el hecho de haber nacido en estas tierras. La ley exige pureza de sangre: ius sanguinis, ya no rige la ius soli. Es latín, pero se comprende… ¿Usted sabe que es aria?
—Nunca me formulé esa pregunta, no lo sé. Mis padres jamás me hablaron en esos términos. Soy católica, si a usted le sirve esta revelación.
—¡Jajaja! —se puso nuevamente de pie y aplaudió como en el teatro—. ¡Bravo! Así es Frau Manson o Swanton, ser católico es notablemente mejor que otras religiones. Sirve la revelación… bien, veamos otras… a ver…, ahora le tengo que hacer preguntas, disculpe el papeleo, uf… a mí también me aburre. Es por el tema de los judíos. ¿A usted qué le parecen los judíos?
—Nada en particular, solamente he trabajado con varios de ellos en el Instituto.
—Claro, claro, son gente de mente brillante, lo han demostrado a lo largo de la historia. Y además muy valientes, mire lo que hicieron en Rusia: ¡una revolución! Por otra parte, son muy habilidosos como industriales, filósofos, médicos, músicos, en fin… si me pregunta le voy a confesar que son la sal de la vida, el problema es que de alguna forma se volcó todo el paquete en solo un plato de comida, es imposible tragar eso, y si uno lo ingiriese por error, entonces no quedaría otra solución que vomitarlos. Hagamos esto rápido: ¿dos abuelos judíos, gitanos o negros? … Ya sé que es ridículo preguntar por el color de piel, no importa. Usted conteste y yo pongo las cruces en el formulario. ¿Entonces?
—No.
—Bien… ¿un abuelo o abuela judía, etcétera?
—Tampoco.
—Tiene que responder sí o no.
—No.
—Perfecto… ¿Su marido es judío, eslavo, gitano?
—No.
—¿Tuvo algún abuelo o abuela judía, su esposo?
—No.
—Bien, todo bien. Va camino a ser ciudadana del Reich, Frau Manson o Swanton… Hablando de Swanton… por desgracia es anglosajón… ¡Jajaja! Era una broma, ellos descienden de pueblos germánicos, estamos hermanados. Inglaterra terminará como aliada de Alemania, ya verá usted. ¡Oh… discúlpeme que me vaya por las ramas!
—¿Puedo retirarme?
—Creo que sí… déjeme ver… —revisa papeles—, entiendo que sí… ¡sí! Le agradezco por su tiempo, Frau Doktor.
—Los documentos, por favor.
—Ah, este… no, todavía no, esto tiene que pasar a otras instancias superiores para categorizarla.
—¿Acaso no está todo en orden?
—Entiendo que será favorable, aunque yo no decido. Habría que ver qué pasa con la categoría “persona no confiable”.
—¿A qué se refiere?
—¿A quién bautizó usted con el mote de gnomo?
La ternura
Antes de su partida con destino a Hamburgo, Amalia sostuvo una larga charla con Michael Polanyi en el Instituto (WKI, de Berlín).
—Al mismo tiempo que en el mundo todo se derrumba, han aparecido los constructores —arrancó—; lo cual no significa que las construcciones sean necesariamente virtuosas. Se trata más bien de una lógica de causa y efecto. En las épocas de rupturas históricas, siempre surgen dioses ex machina portando certezas necesarias para dictar la ley más acorde para la regeneración planetaria; aquella que racionalmente superara a las otras.
—¿Acaso esto que vivimos supera lo anterior? —apuntó Amalia.
—No lo digo en términos positivistas, querida amiga. Las leyes se escriben a consecuencia de quienes detentan el poder real, nunca es al revés. Veinticuatro siglos antes que nosotros tocáramos suelo con nuestros zapatos, Pallas Atenea había sentenciado que el patriarcado era lo mejor; y todo el mundo sabe que la voz de la diosa solamente podía pronunciar la verdad.
—¿Nada de lo que hemos conocido va a quedar, Michael?
—Amalia, desde la crisis del 30 sabemos que el liberalismo se derrumbó y con él, las democracias débiles en casi todos los países del mundo occidental. La Depresión barrió con gran parte de lo que tímidamente se había conseguido recuperar en los años anteriores. Los derechos individuales —hijos dilectos del Siglo de las Luces y la Revolución Francesa—, han caducado en gran parte de Europa y, por lo que yo sé, también en América del Sur; en su lugar crecieron como hongos después de la lluvia las dictaduras y las pseudo democracias fraudulentas. En otros confines quedaron protectorados como restos fósiles de los imperios. El ideal abstracto de la libertad dejó paso al instinto animal de conservación y de auto defensión. ¿Qué libertad podría haber en la inanición? Los muertos por enfermedades curables y por desnutrición se cuentan de a decenas de millones. La gripe española aceleró el deterioro social. En este estado de cosas, aparecieron los demiurgos; ahora bien, como no existe en esta década una Diosa Pallas con la verdad incuestionable, cada uno de los regeneradores no acuerda con el otro en considerar qué cosa se debe derrumbar y qué es necesario reconstruir. Lo que está en la palestra de la discusión es la existencia misma, la vida concreta de las sociedades y las naciones, por eso vemos el espectáculo horroroso del instinto animal de supervivencia ganar la batalla contra la razón: para que yo viva es preciso que el otro muera. Es por eso que resultaba imperioso crear al otro para sostenerse en una identidad. El sistema mundo entró en cuestión, tal como lo conocíamos entró en cuestión.
—¿No es nuestro deber sostener la democracia liberal? Fíjate lo que se cuestiona en estos días, Michael: ¿se debe mantener económicamente a las personas impedidas de trabajar y crear riqueza? ¿Gastar el dinero —poco o mucho— de los impuestos, en los enfermos terminales, dementes, alcohólicos, con síndrome de Down? ¿Corresponde que personas con sangre impura sean los dueños de los bancos, los campos o las industrias? ¿Se deben sostener los cultos religiosos con dineros del Estado?
—De eso se trata: invento un otro que me quita, ergo, hay que matar al otro.
—Pero como siempre habrá un otro… entonces, hablas de un suicidio colectivo Michael, eso no es posible.
—Cierto, no te falta verdad, es posible que esté exagerando, sin embargo el hilo que nos sostiene es demasiado delgado. La condición necesaria para que el mundo se auto destruya no es demasiado sofisticada, bastaría con la abolición del sentimiento de la ternura.
—¿La ternura? ¿A qué te refieres?
—Querida amiga, la ternura es como el aire que respiras; solamente te das cuenta de que te falta cuando comienzas a ahogarte. La ternura es aún menos natural que el aire, por lo cual, es más fácil perderla y… cree en lo que te digo, ese sentimiento es más importante que el oxígeno.
—¿Cómo sería eso?
—Si de pronto faltara el oxígeno, simplemente uno se muere…, aunque después de haber gozado de una vida. En cambio, sin la ternura, mejor sería no haber vivido.
Octubre de 2021.