La arriesgada y veloz apuesta de un librero

Se recibió de médico pero se inclinó por su oficio: Carlos Morón empezó de abajo y junto a su familia abrió ya cuatro locales de su Casa del Sol Libros. A continuación, su historia en primera persona.

Secretario de FALPA (Federación Argentina de Librerías, Papelerías y Afines) y Prosecretario de la Fundación el libro, Carlos Morón fue interrogado por militares durante la dictadura por su vinculación a la lectura. Exiliado por un breve tiempo, al regresar al país continuó con la venta de libros, se hizo esposo, padre y médico. Hoy es propietario de Casa del Sol Libros, cuatro librerías del sur del conurbano bonaerense. Morón nació en Lomas de Zamora el 1 de julio de 1956. Trabaja junto a su pareja, Vicky, desde hace cincuenta años, tiempo en el que se fueron sumando hijas y empleados. Es, además, uno de los fundadores de la Red del Libro.

Se crió, le dice a Azimut, en una “humilde” zona de Lomas de Zamora con “calles de barrio y potrero”. Dice que no se recuerda de chico en librerías y que en su casa apenas leían. Pero le gustaron las historietas que intercambiaba con amigos. “Cómo olvidar mi primer libro, que terminé después de haberme despertado tipo 6 de la mañana sólo para leerlo. Tenía 6 años, el libro era Azabache, de la colección Robín Hood. La sensación por terminarlo todavía me acompaña”. Lo que siguió fue Salgari, Verne y tantos otros autores de la Colección Robin Hood.

A los 18 tenía amigos lectores, mates y libros; y un librero que le indicaba qué y cómo leer. Tal vez de ahí haya heredado esa profesión que parece destinada a desaparecer: “No me gusta hacer una visión romántica de la librería. Si bien uno puede comprar un libro, y no está mal, a través de un influencer o inclusive a través de una recomendación de la Inteligencia Artificial, creo que perderse la relación que da una librería, el poder ver la inmensa bibliodiversidad que existe entre medio de las estanterías y la interacción social, es una lástima”.

Para sus 20 trabajaba como vendedor de libros, no paraba de leer y estudiaba Medicina. “Leía en el colectivo de parado, en el tren y hasta cuando conseguía un asiento. No faltaron las pasadas de parada por estar absorto en la lectura”, rememora. “Un libro por día de literatura y no menos de 10 por semana”, aclara. Fue entonces que conoció a Vicky -“el amor de mi vida”, define-, quien fue a comprar un libro de regalo para su hermano. Desde entonces no se separaron. Ella, 16 años; él, 19: “La medicina, la paternidad y la librería se mezclaban en una época maravillosa, turbulenta, acelerada, con privaciones, pero maravillosa”.

Pero asumieron los militares. “Era muy riesgoso ser joven, vender libros y no estar de acuerdo con los milicos, un par de veces me pararon y me llevaron a interrogatorios con revólver en la mesa para intimidarme. Por suerte, puedo contarla”, dice; y se fue a Bolivia junto con amigos y su pareja. Endeudados, regresaron en 1978 y abrieron el primer local de Casa del Sol.

Ya eran dos las hijas y enseguida serían tres y fue ahí que se recibió de médico. Los Morón pasaban más tiempo en la librería que en su casa. Entró a trabajar al Hospital Estévez, en Temperley, y el sueldo les dio un poco de aire. Pero el oficio de librero pudo más, así que resignó sus años de estudios universitarios para dedicarse a los libros. 

La primera Casa del sol estaba en una galería de Lomas de Zamora. Hasta que dieron el riesgoso salto de alquilar un local en la peatonal. Ya tenían empleados y les iba bien cuando el propietario no les renovó el contrato. “Pero la gente, por suerte, nos siguió cuando nos mudamos a otro lado y hasta abrimos dos sucursales más”, dice Morón. Y luego, una cuarta: Lanús- Banfield-Lomas de Zamora-Adrogué

-¿Qué es ser librero?

-El oficio de librero es diferente a cómo se lo imagina la gente, es imposible leer en una librería trabajando en ella. Por el contrario, la parte administrativa, el mover cajas, acomodar libros, hacer vidrieras, ocupan el 90 % de cualquier librero. Pero he aquí que el oficio de librero no tiene solo una parte comercial, sino también una parte cultural. Y es maravillosa. La librería se convierte en un faro de cultura en el barrio, pasa mucha gente a contar sus vivencias, a encontrarse con su yo interior, a socializar. No entender esto, es convertirse en un mercachifle del libro. Librería que no hace actividades culturales no debería llamarse librería, sino despacho de libros. Que no está mal, pero el consejo es que se dediquen a otra actividad, les aseguro que hay otras muchísimo más rentables. 

-La de ustedes es, a la vez, un emprendimiento familiar.

-En nuestra librería tenemos asignados roles, si bien a mí me toca más la relación con proveedores y que las librerías tengan los libros imprescindibles y también los vendibles, que no es lo mismo, a mi hija la parte administrativa y a mi señora la parte de imagen de la librería, entre todos organizamos las actividades culturales: Desde hace más de 20 años ininterrumpidamente, salvo el año de la pandemia, organizamos ciclos de cuentacuentos para los niños en todas las librerías. Ahora también organizamos encuentros literarios con adultos, donde nos sorprendió gratamente la numerosa concurrencia y participación y también ciclos de autores. Pasaron Claudia Piñeiro, Eduardo Sacheri, Felipe Pigna, Cynthia Willa, Pedro Saborido, Gabriel Rolón, Florencia Canale, entre tantos otros.

-¿Cuál es el papel actual de los libreros? ¿Sigue siendo imprescindible para el mundo de las librerías? ¿O cualquiera puede vender libros?

-Como dije antes, hay que diferenciar a los que despachan libros de los que venden libros. Hoy cualquiera, a través de plataformas, puede vender libros y también comprarlos. Esto es una realidad. Pero el librero ha tenido como función orientar a cada lector, respetando sus gustos y su pensamiento. Lo desafía a explorar otras temáticas, creo que eso aún no ha sido reemplazado, ni que decir a ayudar a identificar a “ese libro cuadradito, así y así de tapa roja, que siempre quise leer y no me puedo acordar de cómo se llama”.

-¿Alguna anécdota?

-Tengo muchas. Por ejemplo, hay un libro que se llama Memorias de un librero, de Héctor Yánover, que tiene ya muchos años de publicado, pero se repite y sigue existiendo. O uno más reciente, de Luis Mey: Diario de un librero, con historias que nos suceden a todos los libreros. Así que más que una anécdota, me quiero quedar con un fenómeno que pasa en nuestras librerías: por la tarde, a la salida del colegio, varios chicos y sobre todo chicas se reúnen en el sector Juvenil, se encuentran, se ríen, es empujan, se recomiendan y generalmente se van, tal vez preguntan algún precio con la esperanza de ablandar algún corazón paterno que luego volverá y con orgullo dirá: “Me lo pidió mi hija, que no se cansa de leer”. Pero el encuentro, que consideren la librería como un lugar de pertenencia, copado para esperarse y juntarse, es de las cosas más bonitas que regala este oficio; o que un padre venga a los ciclos de cuentacuentos con su hijo y diga “yo venía con mi abuela y ahora lo traigo a mi hijo”, son recompensas que regala este hermoso oficio.

-¿Cómo está el sector librero?

-El sector librero siempre está en permanente crisis, así que esa ya es una definición en sí. Nosotros empezamos desde muy abajo, por eso entiendo a los que están haciéndolo, a los libreros que tienen su librería en pequeñas ciudades o pueblos del interior de nuestra patria. Todo, a pesar de la indiferencia de los funcionarios que no alcanzan a valorar el aporte cultural que tienen estas librerías para nuestra patria. Creo que la mayoría de los libreros se mantienen por el amor al oficio, pero resulta imprescindible capacitarse para hacer un negocio rentable y no solo que se mantenga con puro voluntarismo.

-¿Las redes sociales quitan clientes a las librerías?

-Como todo comercio, es necesario estar en constante adaptación. Las redes hay que aprovecharlas, son una vidriera más y uno no puede permanecer atrás del mostrador esperando que venga alguien a comprar, todo es movimiento y transformación continua.

-¿Qué actividades implementaste en tu librería para superar los vaivenes económicos?

-Creo que la capacitación para nosotros ha sido muy importante: todo oficio se aprende con la práctica, pero hay conocimientos económicos, de marketing, de venta, que ayudan al desarrollo de la actividad comercial. También el hacer actividades culturales, que si bien representan gastos, a la larga repercuten en la imagen y en la identificación con la librería. Nosotros hemos pasado por grandes crisis en cincuenta años. Pero hoy contamos con una economía ordenada, llevamos control de gastos y ganancias, manejo eficiente de stock y tenemos un fondo contra-cíclico para épocas muy duras, como son todas.

-¿Cómo elegís los libros que vendés?

-Es una pregunta muy amplia. Primero, hay que entender que una librería no es solo una librería, sino al menos tres y sus sub ítems: Adultos, juveniles e infantiles. Así que para cada una de ellas hay diferentes estrategias, pero para simplificar, clasificamos los libros en imprescindibles: son aquellos que no deben faltar en una librería: supongamos Martín Fierro o Rayuela, aunque no tengan mucha circulación. Los de alta rotación: son los best seller del momento. Y los de media o baja rotación: libros que se venden en algunos casos, pero que hacen al catálogo y a la orientación de la librería. La rotación de los libros, creo, es el aspecto más crucial de una librería, porque de ello depende el fracaso o el éxito del comercio. Tener libros que no se vendan es como tener un contrapeso que no nos permite tener otros libros y que finalmente se llevan las utilidades de las librerías y sólo producen gasto.

-¿Qué es FALPA? 

-La Federación Argentina de Librerías, papelerías y Afines es una entidad que agrupa a casi todas las cámaras de librerías del país. A su vez es socia fundadora de la Fundación el Libro, que organiza la Feria del Libro de Buenos Aires, entre otras. Por lo tanto, integra el consejo directivo con dos representantes de libreros, de los cuales tengo el honor de ser uno de ellos. Desgraciadamente, FALPA había sido abandonada durante los últimos 15 o 20 años y tenía sólo un rol de figuración y su representación era llevada más por la buena voluntad de los libreros que la representaban que por un mandato de las librerías.

-¿Cómo hicieron para levantarla?

-Me tocó, con algunos compañeros, enfrentar esa situación y luchar para su recuperación, situación que se logró con la normalización el año pasado. Aun así, siguieron existiendo instancias de oposición para no modificar el statu quo por intereses alejados de las librerías. Después de sortear todas las instancias administrativas y judiciales nos dimos a la tarea de poner a la institución en lo alto de la representación. Nos tocó defender la no derogación de la Ley (25542) de defensa a la actividad librera. Redactamos documentos y explicamos personalmente a los bloques de diputados la importancia de esta Ley. Finalmente, cuando se eliminó su derogación de la Ley de bases y nuevamente se habló de incluirla en la ley hojarasca, una tarea constante, personal y titánica con el ministro de desregulación, logramos que no se incluyera. Dentro del trabajo real de los últimos seis meses, nos tocó participar junto con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires de la Noche de las librerías, y próximamente organizaremos las jornadas de arte en las plazas. Nos dimos a la tarea de recabar las necesidades de las pequeñas y medianas librerías y rápidamente ofrecimos un sistema integral de gestión para librerías a un precio muy bajo, de alrededor de 30 dólares, que permite a las librerías informatizarse, optimizar su stock y la gestión. Así, en un par de meses ya treinta librerías tienen el sistema de gestión Nexus. Actualmente estamos por firmar un acuerdo con Fundación La Balandra para ofrecer de manera totalmente gratuita y sin costos de comisión ni de ningún tipo una página de venta gratuita que funcionará de manera conjunta con geolocalización y de manera individual. Y también un plan ambicioso de capacitación para libreros y libreras.

-¿Cómo se sale de esta nueva crisis del sector, Carlos?

-Creo que el trabajo en conjunto, basándonos en nuestras coincidencias y necesidades, hará fortalecer el sector librero y la supervivencia de las librerías.

Los que leyeron este relato, opinaron...

Excelente

Estimado Carlos, compartimos, quizás por generación, el Libro AZABACHE y las Memorias de un librero de Héctor Yanover, a quien tuve la suerte de conocer, cómo cliente. Es cierto, las tareas administrativas nos quitan el tiempo de lecturas. Cuantas veces, me robo un libro, ante la mirada sonriente de mi mujer y su reclamo ”; Después ME LO DEVOLVÉS”

Me alegro de que hayan compartido la nota y felicito a quienes mantienen la llama de FALPA, seguramente con aplausos y críticas, es largo el camino. Gracias.

César Palumbo

No Title

los libros son como el agua, imposible vivir sin ellos.

ricardo

Historia de vida, pasión y amor por el libro

Que hermosa historia nos trae Alejandro Duchini. Historia de vida con pasión y amor inquebrantable por el arte que envuelve al mundo del libro y todo lo que el encierra.

Ya a los seis añitos se vió emocionado al terminar de leer su primer libro; y de ahí en adelante no paró; pasando por diversas situaciones, entre trabajo, estudios; recibiéndome de médico; y habiendo formado familia y ya siendo padre; logró abrir varias librerías en distintas localidades; y siempre involucrándolas con actividades culturales.

Más que un ejemplo de amor y perseverancia por este “mundo” de la escritura que a tantos nos apasiona.

Roberto Chacón

Muy buena historia de vida.

Creo que esimportante y valiosa la tarea de revitalizar FALPA.

Rebolledo miguel

Me encantó esta nota

Sentí una gran motivación para retomar un antiguo sueño: ser librera, tener una librería en la pequeña localidad donde habito. Espero la capacitación, porque no sé cómo empezar!

Mabel Sierra Karst