Sebastián Lidijover es el jefe de prensa de la editorial española Anagrama en Buenos Aires. Lector voraz, autor de simpáticos mails de novedades para periodistas, cuenta cómo se hace para vender libros con la camiseta puesta.

Foto por Matiìas Moyano

Sebastián Lidijover es más que el encargado de prensa y difusión de la editorial española Anagrama en Argentina. Es quien verifica, por ejemplo, cómo y cuándo llegará el barco desde Barcelona con los libros novedades. “Los importados”, como dice cuando anuncia nuevos títulos. Es el que recibe, acompaña y despide a los escritores (muchas veces estrellas de literatura) que vienen a la Argentina.

Cada mes, cuando envía el mailing con las novedades, lo hace con una dosis de humor que desacartona la formalidad de los anuncios de otras editoriales. Ese mismo humor lo aplicará por momentos durante la siguiente entrevista. Es también un lector voraz que corre para llegar a leer las novedades de Anagrama antes de presentarlas; a veces, en esa carrera, pierde. Pero casi siempre llega a la meta. Es eso y mucho más. Pero él prefiere resumirlo: “Poné prensa y promoción, o coordinador de promoción”. 

-¿La prensa te ocupa las 24 horas?

-La prensa y las demás tareas, que consisten en conocer libreros, contarles de qué van los libros para que tengan herramientas para venderlos aún si no les gustan. O sea, una buena promoción es entrar a una librería y decir este libro no lo leas porque no te va a gustar, pero recomendárselo a tal persona o a tal cliente al que sí le va a gustar. Este trabajo tiene mucho de artesanal, en el sentido de pensar cada libro. ¿Quiénes son los lectores de determinado libro? En eso yo ayudo.

-¿Cómo te relacionaste con la lectura?

-Empecé a leer tarde, porque en casa no había tantos libros. Clase media, laburantes. Mis viejos se levantaban muy temprano y salían a laburar y volvían a la noche. Había una biblioteca, pero no era una biblioteca muy grande. Mi papá era lector de ciencia ficción. Uno de los primeros libros que leí, ya adolescente, fue El nombre de la rosa, el que me hizo lector. Fue el primero que mientras leía me daba cuenta de que iba a extrañar a los personajes una vez que lo termine. Decía, no quiero que se termine porque no quiero abandonar esto. Ahí dije, está bueno leer. Fui como un lector más tardío.

-¿Cómo entraste a trabajar en el mundo editorial?

-Empecé en una librería a los 22. Leía, pero no tanto, aunque tenía en claro que quería seguir vinculado a los libros. Además iba a talleres literarios. Entré a trabajar en Cúspide, que en ese momento era una empresa familiar. Empecé en la sucursal de Recoleta, después me fueron pasando a otras sucursales, como encargado. Trabajé diez años, hasta que decidí cambiar de lado del mostrador y buscar trabajo en editoriales. Trabajé unos meses en Siglo XXI, como corredor, hasta que me llamaron de la distribuidora Riverside Agency. Ahí estuve unos años como promotor, visitando librerías, contándole los libros a las libreras y libreros. Después de unos cuatro o cinco años, pasé a estar a cargo de la prensa y la comunicación de la distribuidora. Nunca había hecho prensa, me formé mirando cómo trabajan los demás y escuchando charlas de colegas sobre el oficio, como Paola Lucantis y Natalia Viñes, referentes de la prensa cultural. Me gustaba escuchar para aprender. Leer los libros de Anagrama por trabajo era algo hermoso, porque muchos de sus autores eran los que yo leía y que leería aún si no trabajase en Anagrama. Estaba buenísimo. Está buenísimo. 

-A muchos de sus autores los conociste personalmente. ¿Cómo te resultó la experiencia? ¿Cómo manejás sus egos?

-Conocer a los autores y autoras es una de las partes más divertidas del trabajo. Nunca tuve una mala experiencia. Mi trabajo consiste en recibirlos, ordenar sus agendas de entrevistas y visitas, y acompañarlos hasta que se vayan. 

-¿Cómo hacés para leer todo lo que leés?

-Soy bastante más queso, digamos, con los ensayos: a veces me cuesta terminarlos. Pero en las novelas y cuentos me mando con todo. Trato de aprovechar el tiempo. Había una época que hacía algo que debería volver a hacer: salía a caminar por el Parque Centenario leyendo en Kindle. Así, hacía ejercicio caminando una hora y leía al menos una hora por día. Me servía para agilizar la lectura. Pero es todo un tema. Me gustaría leer mucho más. Tengo una pila de libros de otras editoriales que también quiero leer y tardo un montón en leerlos.

-¿Cómo se maneja el mundo del librero en tiempos de ventas y compras de libros a través de la web?

-Soy un gran defensor de que hay buenos libreros y libreras tanto en las cadenas como en las librerías de barrio. Al librero siempre traté de explicarle detalladamente de qué iba determinado libro para que, si no tenía tiempo de leerlo, al menos sepa a qué tipo de lector recomendarlo. Hay que contagiar el entusiasmo. La venta online creció mucho en la pandemia, que mostró que más allá de tener una buena ubicación del local, como estar en una avenida, en una calle con movimiento de gente, etcétera, lo que importa es construir una comunidad. Durante la pandemia, había librerías de barrio que vendían mucho más que sucursales de cadenas que daban a avenidas, en ese momento desiertas. Algo de todo eso, de la construcción de comunidad quedó. Hay una librería de Córdoba, por ejemplo, que vende un montón de libros a clientes que le compran desde la ciudad de Buenos Aires Su comunidad de lectores se extiende más allá de lo físico.

-¿Escribís?

-Bueno, soy un hombre de principios: solo escribo los comienzos de cuentos que nunca termino. Todos los años me digo que voy a sentarme a escribir pero no lo hago. Hice talleres literarios; uno de los últimos fue el de Fernanda García Lao. Había propuesto llevar unas galletitas punitivas si no cumplía con la escritura del texto que ella encargara. El tema es que llevé galletitas durante todo el taller. 

-¿Te imaginás escribiendo el libro de tus memorias con escritores y periodistas? 

-No, no, no, no. Tendría que ser un libro muy cortito porque no hay tanto para decir y, aparte, tengo muy mala memoria. O sea, tengo muy buena memoria para los libros, para acordarme sobre sus argumentos, textos, pero muy mala memoria para acordarme de las cosas que me pasaron.

-En tus mailings mensuales solés apelar al buen humor, incluso al meme. ¿Disfrutás del trabajo?

-El objetivo es que el periodista lea el mail hasta el final. Hacer un envío divertido es una manera de buscar esa lectura completa. Pero no es la única: hay que buscar siempre formas alternativas. Y aprender y aprender y aprender, porque nunca se termina de saber todo. Pero en lo posible con buena onda, porque esto no se trata más que de crear una relación con el periodista. La prensa se basa en dos cosas: contactos y relaciones. Los contactos se consiguen y las relaciones se construyen. 

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Buenísimo tú laburo y fundamental para los libreros

Carina