
Por Hernán Carbonel
Antonio Santa Ana nació en Buenos Aires en 1963. Es escritor, editor y especialista en literatura infantil y juvenil. Ha trabajado en editoriales como Norma, Kapelusz y Libros de Quirquincho, y fue responsable de la llegada al público de la obra de Liliana Bodoc. Miembro de ALIJA, participó durante mucho tiempo en la organización de la Feria del Libro de Buenos Aires, y ha sido jurado en múltiples concursos literarios. Su primera novela juvenil, Los ojos del perro siberiano, de 1998, lleva vendida casi un millón de ejemplares. Publicó, también, Nunca seré un Súper Héroe, Los superfósforos, Ella cantaba (en tono menor) y Las canciones de Constanza.
Desde hace un tiempo se desempeña como editor en AZ, donde comenzó a publicar una serie de títulos destinados al público adulto. Por esas novedades conversamos con Antonio Santa Ana acá en Azimut.
¿Qué significa para la editorial, más ligada a la LIJ y lo pedagógico, apostar por una colección de títulos para adultos?
Depende de qué tipo de títulos, porque AZ, que es una editorial que el año que viene va a cumplir cincuenta años, siempre estuvo vinculada a lo pedagógico, y años después a la LIJ, o sea, a la cultura, entonces tenés que construir un catálogo que esté cerca del corpus que hizo AZ históricamente. No podríamos editar libros de arquitectura, pero sí podríamos editar libros sobre música, psicoanálisis. Es una construcción cercana. En la casa que tenemos, es hacer una habitación al lado, no a veinte metros. Esa es la idea.
¿Sigue funcionando ese tándem de la LIJ y lo pedagógico?
Sí, ese tándem sigue funcionando. Hay que equilibrarlo, trabajar en la política comercial para que funcione mejor, pero sigue funcionando.
Vos has sido editor en varios sellos. Que desafío personal te planteó esta nueva colección desde tu visión editorial.
Sí, he sido editor en diferentes sellos, he tenido distintas responsabilidades. El desafío personal ha sido a mis sesenta años. Volver a trabajar cuando no tenía pensado volver a trabajar, encontrarme con un grupo hermoso de gente, una empresa familiar. Yo siempre había trabajado en multinacionales. Y creo que mi visión editorial le aporta herramientas a AZ que AZ no tenía, y AZ me aporta a mí cosas que yo no tenía: la escala humana, el cariño, el afecto.
Eligieron dos popes culturales contemporáneos como Borges y los Beatles, además de una antología con nombres importantes de la literatura argentina actual. Por qué decidieron esos títulos.
Elegimos dos popes culturales para que nos entre todo en el medio. Estamos haciendo una serie que se llama 1.01. Sacamos primero a Borges, de Daniel Mecca (el organizador del BorgesPalooza); después sacamos El cambio climático explicado a un marciano, de Martín De Ambrosio; después sacamos Beatles. Esto lo estoy escuchando mañana, de Juan Pablo Csipka (un reconocido periodista de Página 12, con clara una alusión al cuento “El perseguidor”, de Cortázar, en el título), y ahora, en un par de meses, sacamos energías renovables y Kafka. La idea es que sea una colección de divulgación. A mí me interesa mucho divulgar el pensamiento, sobre todo en este momento. Mi militancia es hacer libros que puedan aportar al debate público, al debate político. Editar libros es un acto político. Y quiero hacerme cargo de mi rol, a esta altura, después de cuarenta años en la industria. Que nos permita discutir muchos temas, ese es el plan de esa colección: accesible, con componentes de cultura pop, para que cualquiera se pueda acercar a un tema. Así fue pensada y así la estamos desarrollando.
Cómo trabajaron el armado de la antología Sombra terrible. 10 cuentos del gótico rural argentino, a cargo de Marcelo Acevedo.
Bueno, esa antología me llegó armada. Yo sugería algunos nombres, nada más, no quiero ponerme ahí. Queda para el antólogo. Pero hay grandes firmas, y muchos jóvenes: Juan Mattio, Luciano Lamberti, Mariano Quirós, Roberto Chuit Roganovich.
Cómo ves la industria editorial en este contexto de país, o de diez años a esta parte.
Está en un proceso de transición. Falta que algunas editoriales se animen a dar el salto y se profesionalicen más. No tiene que ver con lo económico, tiene que ver con el oficio, me parece. No vamos a pasar por alto la gran concentración editorial, que se dio en los últimos quince años, que hay dos grandes grupos. Pero yo a la industria del libro la veo saludable, si se profesionaliza. Hay editoriales que se han quedado un poco dormidas, hay editoriales a las que les va muy bien, hay oportunidades, la gente lee, se venden libros, pero hay que ser cuidadosos con los números, y eso a veces no sucede.