Clubes de lectura: un refugio contra el ruido

Estoy agotada. No solo porque es fin de año y la agitación de una rutina exigente ya pide un descanso. Sino por el ruido. Si bien tengo anuladas todas las notificaciones y trato de minimizar la mayor cantidad posible de interrupciones durante el día, el problema no se elimina porque es más profundo. Estoy –como la mayoría- sumergida en el ecosistema de la dispersión y perdí la capacidad de estar quieta y en silencio.

Me di cuenta de que en una gran cantidad mis pensamientos hay voces ajenas. Algo que escuché en un streaming, lo que se conversó en un podcast, una historia narrada en algún reel, memes, chats, series, playlists, webinars, audios de Whatsapp… Sin querer, de pronto mi voz interior, la que acarreaba mis pensamientos y mis dudas más neuróticas se quedó muda. 

Y sé que esto no me pasa solo a mí. La adicción a los estímulos constantes, suculentos y multiplataforma disfrazada de ocio socializador se nos fue de control. En este contexto, leer un libro de principio a fin en un soporte silencioso y sencillo se convirtió en un lujo accesible e imposible a la vez.  

Quizá sea por este hartazgo del que todavía nadie habla en voz alta que, contra todo pronóstico algorítmico, los clubes de lectura no solo sobreviven, sino que parecen estar extendiéndose como filamentos silenciosos en distintas partes del mundo.

La lectura como freno de mano

El acto de leer exige algo que la lógica actual detesta: tiempo y paciencia (y silencio). Leer es ir cincuenta kilómetros por hora en contramano dentro de una autopista cargada de locos al volante. En esta etapa múltiple, leer una novela exige exclusividad de atención, apego y monogamia. A priori, en este panorama, hasta Susanita se echaría a correr toda fóbica ante semejante compromiso.

Por otra parte, la lectura es solitaria. Y, de un tiempo a esta parte, el excesivo aislamiento hizo que las personas buscaran antídotos contra la sensación de soledad y abandono. Probablemente es en este punto donde los clubes de lectura encontraron un lugar de partida porque transforma el acto individual en un compromiso colectivo y en una promesa de encuentro. 

Esta necesidad de pausa y de reunión se volvió tendencia y vemos una cantidad más que interesante de clubes de lectura liderados por celebridades (en su mayoría mujeres). Quizá, lo que equipara a las famosas con las personas de a pie es la necesidad de contrarrestar tanta intensidad. Y los libros, las historias, el arte, siempre funcionan como un amable refugio. 

Dua Lipa con su Service95, mezcla periodismo y literatura. Oprah Winfrey, la gran pionera que demostró que la televisión podía vender libros masivamente, sigue poniendo la lectura de moda. El club de lectura de Reese Witherspoon es uno de los más codiciados por editores y autores y Natalie Portman en su espacio hace curaduría de libros con perspectiva de género. En el caso de Emma Roberts y Dakota Johnson, ellas apuestan por autores independientes. Y la lista sigue.

Aunque para algunos esto pueda parecer una estrategia de marketing, en el fondo es también una señal de que el ruido cansa y de que hasta en Hollywood se necesita parar la moto. El mensaje es que hacen falta espacios auténticos donde la métrica de éxito sea la profundidad de la conversación.

Argentina: un país de tertulias

Si bajamos un poco más al Sur, nos encontramos con que Argentina tiene uno de los terrenos más fértiles del mundo no solo para continuar siendo el granero del mundo, sino para cultivar conversaciones profundas. Después de todo, la tradición de reunirnos a conversar durante horas y a opinar un poco de todo es parte de nuestro ADN.

Hoy en día, la escena de clubes de lectura locales está más viva que nunca. Espacios en librerías, centros culturales, autogestionados presenciales u online arman mes a mes lugares de reunión para sumergirnos en nuevas historias.

No hay barreras para esta necesidad; hay clubes de lectura que se reúnen en parques, hay grupos de WhatsApp que debaten audiolibros y comunidades en Instagram que usan la red social para, curiosamente, fomentar la desconexión y la lectura profunda. Hay clubes de mujeres, clubes de clásicos, y clubes dedicados exclusivamente a la literatura nacional contemporánea, que vive un momento de esplendor.

En definitiva, participar en un club de lectura hoy es, además de un espacio de encuentro donde conectar con personas y buenos libros es, quizá, también militar en favor de la atención plena y del tiempo para procesar ideas más profundas.

Los clubes de lectura son refugios donde el tiempo se detiene y donde, por un par de horas, volvemos a ser dueños de nuestra atención. Y del silencio. Para que, por fin, pueda volver a surgir nuestra propia voz.   

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