El local de Villa Ballester, Provincia de Buenos Aires, donde además se brindan actividades literarias poco frecuentes en la zona, recibió el Premio a la Labor Librera. Uno de sus dueños, Sebastián Alvaredo, cuenta cómo funciona.

Por Alejandro Duchini
“La diferencia entre alguien que vende libros y alguien que trata de ejercer la profesión de librero es que éste último presta atención al cliente, escucha qué tiene para decir, le dedica tiempo y energía para ver qué está buscando, se esfuerza por conseguirle el libro que quiere. Básicamente es estar atento, mantener una linda conversación en la cual la venta se corre de eje. Lo más importante pasa a ser el hecho de charlar. Después se verá si la venta se concreta”, se presenta Sebastián Alvaredo, uno de los dueños de la librería Los Confines, ganadora del Premio a la Labor Librera otorgado en la última edición de la Feria de Editores (FED).
Los Confines es una cooperativa que llevan adelante, además de Alvaredo, sus socios Daniela Exposto (librera), Darío Herrera (jefe de cocina), Macarena Exposto (diseñadora) y los multitareas Zoe Herrera y Julieta Alvaredo. Funciona desde 2013, cuando la inauguró Hernán, el padre de Sebastián y Julieta, en Villa Urquiza. En 2017 los números no cerraban y bajaron la cortina. Pero regresaron con el proyecto en 2021, al reabrir un local de 400 metros cuadrados en Villa Ballester, Provincia de Buenos Aires. Además de venta de libros, incorporaron servicio básico de buffet, cafetería, encuentros literarios y sello literario propio: Los confines. Y el 13 de septiembre organizarán su propia feria, conocida como FEA: Feria de Editores Artesanales. Será una jornada de convocatoria a las editoriales artesanales con la excusa de actividades literarias y ventas de libros.
“Yo creo que el secreto del funcionamiento de Los Confines -dice Sebastián- es que más allá de quién está en la cocina, con los talleres y demás, compartimos amistad y pasión por los libros. Nos encantan los libros”. “La librería es como nuestra casa. De hecho, estamos más tiempo acá. Entonces es lindo ser buenos anfitriones, recibir al cliente para que se sienta a gusto”, agrega. Y cuenta que el sello propio está a punto de publicar un ensayo de Andrés Montero titulado Por qué contar cuentos en el siglo XXI: “Hacemos los libros a mano, acá los imprimimos, acá los doblamos, acá los cosemos, acá los pegamos, acá los cortamos”.
En Los confines sienten que el actual es posiblemente el mejor momento en cuanto a funcionamiento. “No así en lo económico”, aclara Alvaredo entre risas. El día anterior a esta charla, las escritoras Selva Almada y Alejandra Kamiya protagonizaron un encuentro literario a sala llena con vecinos en el local. Entre los presentes estuvo su colega Dolores Reyes, vecina de la librería. Para ellos, continuar con ese tipo de propuestas gratuitas y poco habituales en la zona es una manera de reafirmar el vínculo barrial. “Es que en CABA este tipo de encuentros se hacen continuamente. Vas cualquier día a una librería de Buenos Aires y tenés alguna actividad. Pero en esta zona del conurbano esto no es tan común, así que cuando se hace, el interés es enorme”, compara Alvaredo.
Si parte del éxito está en el diálogo, el resultado es la venta. Pero lo mejor es trabajar en lo que a los dueños de Los Confines les gusta. Y lo que les gusta, por lo general, a los lectores-compradores son las novelas y los ensayos, las temáticas más elegidas en estos tiempos. Inesperadamente, la literatura infanto juvenil, hoy tan en boga, ha decaído en cuanto a ventas en este comercio de Villa Ballester.
Una propuesta que despertó interés es el Club de lectura lanzado como actividad mensual. Consiste en la elección de un libro para leer durante un mes para luego compartir impresiones. Se anotan, en promedio, 60 personas por título.
Más allá del boca a boca de los clientes, fue Dolores Reyes quien aportó para difundir las actividades Los Confines. Sus propietarios, en tanto, acrecentaron su trabajo. “Profesionalizamos el oficio de librero y tratamos de hacer el resto de las cosas del negocio de la mejor manera posible. Claro que hay mucho por mejorar”, sonríe Alvaredo en diálogo con Azimut.
Alvaredo destaca la gran camada de autores argentinos. Entre ellos, las mencionadas Almada y Reyes y Tomás Downey, quien presentó su primera novela, López López (editorial Fiordo), destacada por buena parte de la crítica literaria. “Dijo estar muy contento con el lugar, que explotó de gente. Y su libro, López López, se vende muchísimo acá. Es un gran libro”, recomienda.
En ese tipo de convocatorias es donde, según Alvaredo, se puede dar rienda suelta a la pasión por los libros. “Muchas cosas nos ocurrieron sin planearlas, porque la verdad es que también hay un montón de librerías haciendo un trabajo increíble”, dice; y después habla del premio a la Mejor Labor Librera que les dio la FED: “Nos lo dieron como podrían haberlo dado a otra librería. Lo llamativo es que fue unánime la votación, que creo es el primer año que pasa, así que eso también nos alegra un montón, porque más allá de esta cuota de suerte que, pienso, tuvimos, sentimos que es algo merecido para nosotros. Es un lindo reconocimiento al trabajo que lleva a mantener un espacio así”.
Alvaredo se entusiasma al hablar de libros. Cuenta que la pasión por leer la heredó de su padre, quien antes de instalar la librería estuvo a punto de abrir un negocio de artículos deportivos. “Por suerte, eligió la librería”, dice y sonríe. También cuenta que el libro de papel “está vivo, como siempre”, a pesar de la aparición de los dispositivos de lectura electrónica. “Al formato digital no le prestamos atención, no nos interesa, pero no es que estemos en contra”, argumenta antes de recordar que alguna vez se compró un e-book pero que no le encontró más destino que el de venderlo. “En el caso de la lectura electrónica, me gusta diferenciar entre libro y texto. Para nada es lo mismo leer en papel que en electrónico”, opina. Y se va junto a sus socios a disfrutar del merecidísimo premio.