
Por Hernán Carbonel
Marcelo Larraquy nació en 1965. Es historiador, graduado en la UBA. Como periodista fue jefe de la sección de Investigaciones de Clarín y subeditor de la revista Noticias. Escribió artículos para diarios de Argentina, España e Italia, trabajó como guionista de televisión y ha sido docente en las universidades de Belgrano, de Buenos Aires y Torcuato Di Tella. Fue galardonado con el Premio Konex a la investigación periodística (1997-2007).
Especialista en los años ’70 de nuestro país, entre sus múltiples libros se encuentran las biografías de Galimberti y López Rega, Fuimos soldados (sobre la contraofensiva de Montoneros), La saga de tres tomos de Marcados a fuego, dos volúmenes sobre Bergoglio (Recen por él y Código Francisco) y varios más que abordan la violencia política argentina en el Siglo XX.
Ahora, acaba de publicar Gordon, su primer libro de ficción, pero basado en hechos reales, con epicentro en Aníbal Gordon, oscuro personaje que pasó de ser ladrón de bancos a formar parte de los servicios de inteligencia y bandas parapoliciales en la primera mitad de los 70.
Sobre Gordon -novela vertiginosa, que cruza crónica, acción, delito, política, guerrilla, historia y policial- dialogamos con Marcelo Larraquy en esta entrevista para Azimut
¿Por qué te decidiste a encarar este libro desde la ficción y no desde otro género más periodístico, biográfico, testimonial, como es habitual en tu obra?
Me daba mucha mayor libertad creativa, luego de tantos años de ceñirme a los datos y a los testimonios. Me permitía trabajar en un territorio narrativo más amplio, potente y a la vez preciso, y esta senda, también, me obligó a documentarme. La documentación fue clave en este proceso, es decir, me permitía abordar la ficción desde datos reales, que es como recorrer un filo de la historia de la persona, de lo que fue, de lo que pudo haber sido. Además, cada personaje, real o inventado, me permitió reconstruir la atmósfera de una época en que la violencia política y el delito común corren en paralelo.
¿Cuántos años te llevó la investigación histórica alrededor del personaje?
Empecé a trabajar desde antes de la pandemia, aunque en 2020 terminé otro libro en el que venía trabajando. Por momentos me detenía a pensar o a buscar más información, con lapsos de varios meses. Pero no estoy convencido de que sea el método ideal. Cuando se trabaja en forma sistemática cada día sobre el texto, se puede ver el crecimiento. Pero también es cierto que pensar situaciones, aún sin escribir, también rinde.
¿Qué tiene Gordon, como personaje histórico, que te atrapó como para que merezca una novela? ¿Es un espejo más de esa gran confusión que es nuestro país?
Antes que nada, se sabía poco del personaje. Yo había visto algunas fojas de expedientes hacía tiempo, cuando trabajaba sobre el libro López Rega. Y era complejo de reconstruir. Creo que ese fue el desafío, reconstruir la vida anterior a la represión, es decir, sus actividades como delincuente y luego avizorar cómo fueron clave para su incursión en la violencia política. La novela no hubiese existido si no se reconstruía esa etapa. Lo interesante es el punto de quiebre en el que el delincuente salta a la política, con toda la dinámica violenta de la etapa. Pensemos que Gordon sale de la cárcel sin el indulto de Cámpora, con un papel firmado por diputados nacionales ya en ejercicio, porque los presos políticos del pabellón querían que saliera. Llevaba un año conviviendo con ellos, y hablo en este caso de militantes peronistas de izquierda sobre todo, a los que luego después va a reprimir. Este punto que está desarrollado en la novela habla de la confusión y de la astucia del personaje.
Qué te hace volver una y otra vez a los 70.
Son mis temas. Revisando mis trece libros publicados hay un hilo narrativo sobre la tensión política, sobre los conflictos de intereses, hechos, personajes. El asunto es tratar de entender un poco la trama de nuestra historia, aunque mi especialidad es el siglo XX, no el XIX, que siempre me resultó bastante más complejo. Además, para el siglo XX pude trabajar fuentes orales y sobre documentos “más frescos”, por decirlo de algún modo, que los del siglo XIX. Además de las biografías -Galimberti, López Rega-, me gustó desarrollar temas laterales inmersos en los grandes relatos, como Primavera Sangrienta, Fuimos Soldados o La Guerra Invisible. Son libros de reconstrucción más microscópica pero se puede ver una gran pintura a través de ellos. Vuelvo a la época porque siempre está allí
¿Cómo se lee Gordon no ya desde los 70, sino desde el presente, desde esta Argentina actual?
El hecho de que, a partir de 1983, la violencia política perdió el volumen que tuvo en el pasado, es difícil de reflejar simetrías. Podría decir que el delito siguió aportándole a la política, con sus distintas fuentes de financiación, pero sin violencia, o no la violencia como se podía percibir en el pasado. Son momentos y personajes excepcionales, propios de una época, como también Galimberti, López Rega y tantos otros. Gordon estaba un poco olvidado.
Hay muchos nombres y lugares reales, e imagino que otros habrás cambiado a la hora de escribir.
Si, es la libertad de la ficción. Quizá no importa tanto si el nombre o el lugar es real o no. Lo que importa es que parezca real. Si el lector lo lee como una verdad, es que es verdad. La novela tiene que transmitir verdad.
¿Por qué decidiste terminarlo con el 25 de Mayo del ’73 y el regreso de Perón? Quizás está todo en esa frase que cierra el libro: “La batalla de los años setenta acababa de comenzar”.
Porque ya tenía casi 400 páginas y llevaba cuatro años escribiendo, editando, corrigiendo. Creo que tenía que publicar lo que tenía, que era una historia que ya tenía un latido interno valioso. Sentí que estaba bien terminar el libro cuando la historia empieza. Pero para que esa historia empiece, una historia desconocida, con un valor propio, imprescindible para entender lo que sucedió después. En resumen, con este libro preparé la mesa y la dejé servida.
Pablo Trapero va a filmar una serie basada en tu libro, con producción de Netflix. Cómo se llegó hasta eso.
Fue un proceso arduo y largo también. Primero fue la novela, pero poco antes de que terminara la novela, empezamos a desarrollar el guión. Llevó tiempo también. Son procesos creativos diferentes. Pero al fin y al cabo, la obra, en una película o miniserie, es del director que le impregna su propia mirada, su propia impronta sobre la base de la novela y el guión.